Cádiz

El crimen del vestíbulo

La apertura de la vieja estación rehabilitada como comedor para la Cumbre revela el desaprovechamiento de un espacio público espectacular

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"¿De qué medio vienen a cubrir la cumbre?" pregunta con ese tono musical y amabilísimo el periodista peruano. "Somos de aquí, de Cádiz, venimos a conocer el vestíbulo de la vieja estación. Es que es la primera vez que lo abren". Mario Torero, sin broma, entrega tarjeta de visita, es locutor del país andino y pregunta con inocencia: "¿Ah, que lo acaban de arreglar?". Los periodistas gaditanos le dicen que no, que la vieja estacion se construyó en 1905 y que un siglo después terminó su restauración pero que, desde entonces, hace siete años, permanece tan arreglada como cerrada. "¿Cómo, que este espacio no se utiliza?" pregunta el peruano. "No, es la primera vez que lo vemos", confiesan los lugareños, perplejos ante la perplejidad del visitante. "Un sitio así no puede estar cerrado", remata el visitante con un recurso internacional: la sensatez. Un periodista llegado de Madrid intercede: "Por lo menos lo podían alquilar para celebrar bodas, digo yo". Se le explica que es de Adif, la empresa pública ligada a Renfe, que controla las estaciones e inmuebles de la red ferroviaria pública y que no hay mucha costumbre de llamar a tal sitio para organizar convites. Pero su despiste también tiene algo de lógica: cualquier cosa, particular o privada antes que un lustro largo de desperdicio.

La Cumbre Iberoamericana en su vigésimo segunda edición, la celebrada en Cádiz, puede dejar una pequeña, doméstica, herencia insospechada: la certeza de que desaprovechar la rehabilitada estación vieja es un crimen comunitario, un error inexplicable. Rehabilitada desde 2005, permanecía inactiva porque el gran proyecto de centro comercial, viviendas y equipamientos en el que estaba incluida quedó paralizado por la recesión, crisis o glaciación. La gran cita institucional de 2012, el mayor evento político que Cádiz haya acogido en 200 años, obligó a buscar espacios especiales para varios usos, aparcamientos, comedores, salas de prensa. Y uno de los descubrimientos ha sido ese. Una vez abierto y visto, ahora nadie quiere volverlo a cerrar. Es un pequeño tesoro de la arquitectura industrial local, fabril y metálico, de techos infinitos, vigas que recuerdan a la revolución que vivió Charles Dickens, a lo último que vio Anna Karenina, a todas las despedidas de estaciones de tren del cine clásico. Una línea recta acristalada hace de inmensa claraboya. A pesar de tener delante el adefesio de la Aduana Nueva, que impide acceso frontal y observación natural de la fachada, su belleza brilla desde dentro sin obstáculos. ´

"Esto es una maravilla" resume Luis Núñez, director del departamento de Catering y Celebraciones de El Faro. "Esto debería seguir abierto todo el año, no digo que lo explote una empresa en concreto, digo que como gaditano se vayan relevando varias firmas para celebrar distintos eventos de distintos tipos", asegura el maestro de ceremonias del comedor con generosidad, anteponiendo la ciudad a su empresa. "¿Cuántos escenarios caben aquí, cuántos espectáculos pueden hacerse, de flamenco, exhibiciones de caballos andaluces, de jazz, de lo que quieras. A menos de 50 metros está el Palacio de Congresos. A menos de 200 metros llegan cada año a Cádiz 240.000 cruceristas. Aquí se les podrían ofrecer espectáculos de bienvenida, o almuerzos, no sé, habría que estudiarlo todo, pero lo digo como idea, es un crimen que esté cerrado". Núñez asegura que las instalaciones son magníficas para trabajar. El Faro atiende unas sesenta mesas, con ocho plazas cada una, con más de medio centenar de camareros al quite de cada detalle. Está dividido en dos mitades. A un lado, comedor de delegaciones (funcionarios llegados de distintos países), al otro, el de prensa. Los laterales tienen habitáculos generosos, espacios aparte, que acogen naves frigoríficas, cocinas, almacenes de todo tipo. Incluso hay lugar, con biombos, para una sala con grandes sofás de piel blanca destinada al descanso de conductores o del que quiera. Y unos cuartos de baño tan distinguidos como provisionales, madera en suelo y techo.

Todo eso cabe en un espacio situado en mitad de una ciudad sin suelo. Rehabilitado pero inutilizado. "No lo encontramos así, estaba algo más sucio, por estar cerrado, por las palomas y todo eso, pero las instalaciones son magníficas y la colaboración de las empresas encargadas de acondicionarlo ha sido total, además nos han consultado, han sabido preguntar y escuchar al jefe de cocina, a los encargados, nos han hecho caso en todo lo que necesitábamos. Han hecho un excelente trabajo", asegura Luis Núñez. El resultado es un catering inmenso, de sorprendente calidad, pero que al margen de lo anecdótico y lo gastronómico demuestra las múltiples posibilidades del recinto. Igual que ahora es comedor podría ser salón de actos para grandes congresos, para celebraciones, para fiestas en fechas señaladas, para recepciones turísticas, de cruceristas, para entregas de premios, parece capaz de ser escenario para todo tipo de espectáculos, conciertos, bailes, de la naturaleza que decidan los que deciden. Amplio y seguro con mucha luz y una gran cantidad de entradas y salidas, comunes o de emergencia. La alcaldesa, Teófila Martínez, aseguró tras la Junta de Gobierno del Ayuntamiento del pasado jueves que se plantea como objetivo prioritario e incuestionable darle uso regular, o permanente, cuando acabe la Cumbre. Y ya se sabe lo que pasa cuando a Téófila Martínez se le pone algo entre ceja y ceja, justo debajo de su rubio flequillo. El único obstáculo es convencer a la burocracia estatal, llamada Adif y responsable del recinto, de que ese espacio, la estación de 1905, la vieja estación rehabilitada, la de Renfe de siempre en Cádiz, no puede permanecer inactivo.

Luego habrá que discutir cual es su mejor función. La que sea. Cualquier cosa menos tenerlo arreglado y cerrado. Eso es un crimen.