María Victoria Mora-Figueroa rodeada de buena parte de su familia. :: IMÁGENES DEL ARCHIVO FAMILIAR
Jerez

Familia de empresarios y artistas

Hijo y hermano de militares, José Ignacio Ferrer Mora-Figueroa se dedicó a la escultura

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Esta semana dedicamos nuestra atención a la familia Mora-Figueroa, la que, oriunda de Aragón y Cataluña, se encuentra emparentada con la Reina Fabiola de Bélgica. Entroncada con la nobleza española, ya desde el Medievo aparece este apellido repartido por otras provincias como Cádiz, Sevilla o Madrid.

De carácter austera y trabajadora, la familia Mora-Figueroa tiene una excelente reputación en el terreno comercial, en el que con la discreción que les caracteriza llevan a cabo inteligentes inversiones y negocios. Militares, catedráticos, abogados, ingenieros, diplomáticos, embajadores y hasta artistas plásticos, forman la variedad de titulaciones y profesiones que ostentan y tienen en ejercicio numerosos miembros de esta interesante familia, de entre los cuales podríamos destacar a un buen número que por su labor y trayectoria han dejado una huella y el debido reconocimiento de la sociedad.

Destacamos al recordado José Ramón Mora-Figueroa, a quien por razones profesionales tuvimos el placer de conocer y ser invitado a su finca de Las Lomas, en la que pasamos dos inolvidables jornadas. Aunque era de carácter reservado, gozaba de un humor inteligente que permitía entrever cuando el momento era óptimo y grata la compañía. Nunca dejó de sorprenderme, pues cualquier tema de conversación que abordaba lo ilustraba con interesantes anécdotas y experiencias vitales, especialmente aquellas que trataban de la naturaleza, el campo y las actividades cinegéticas, ya que era un gran cazador. Como también las vividas en torno al mundo empresarial del vino y las bodegas.

Igualmente, por su trayectoria y carrera profesional despiertan nuestro interés otros miembros de esta distinguida familia como Santiago Mora-Figueroa Williams, marqués de Tamajón, destacado escritor, quien fuera presidente del Instituto Cervantes y últimamente embajador de España en Londres. O su hermano Luis Mora-Figueroa Williams, catedrático de Arqueología Medieval en la Universidad de Cádiz. A cualquiera de ellos podríamos destacar y describir en este espacio, pero que en esta ocasión hemos declinado por dedicárselo a un primo hermano: el escultor José Ignacio Ferrer Mora-Figueroa, gran desconocido por la mayoría de los jerezanos, pero cuya obra plástica, hoy repartida por medio mundo, trasciende a su persona, llamando poderosamente nuestra atención, haciéndolo acreedor de ésta doble página.

Hijo de Gabriel Ferrer Otero, quien fuera marino ilustre, agregado Naval en Washington, condecorado en múltiples ocasiones, entre las que destacaba la de la Legión de Honor de Francia y el que a su vez en 1922 fue nombrado Gentil Hombre de Cámara de S.M. Alfonso XIII, con ejercicio y servidumbre y el que, casualmente cuando don Alfonso XIII marchó al destierro iba de segundo comandante en el barco Príncipe de Asturias, en el que S.M. viajó deportado a Italia. Casado con doña María Victoria Mora-Figueroa, hija del marqués de Tamajón, mujer de exquisita educación y valores humanos, con la que tuvo dos hijos: José Ignacio y Álvaro, y que quedara viuda víctima de los asesinatos de Paracuellos del Jarama. Tras el fusilamiento de su esposo y con sólo 37 años, María Victoria regresó a Jerez con sus dos niños, los que sacó adelante con las dificultades que entrañaban el momento histórico que les tocó vivir.

De sus dos hijos, fue Álvaro quien, como su padre, decidió seguir la carrera militar. Pero es José Ignacio el que, tras adquirir la oportuna formación, ha dedicado su vida al delicado y paciente ejercicio de modelar y esculpir y al que, por su trayectoria, vamos a dedicar esta doble página.

Nació José Ignacio el 28 de abril de 1930. Hizo los estudios primarios y el bachillerato en el colegio de los Marianistas de la calle Porvera, tras el cual llevó a cabo la carrera de Comercio, saliendo de perito mercantil. Comenzó a trabajar en el sector bancario de la antigua Rumasa, en cuya división de seguros, ventas de pólizas y créditos permaneció por espacio de tres años.

Pero bullía en su interior la vena artística de los Ferrer, virtud heredada de su familia paterna, no en vano Gabriel Ferrer, un hermano suyo, licenciado en Bellas Artes es un excelente dibujante. Como también su tía Montserrat Ferrer Otero, la que fuera una gran compositora y concertista de piano. Igualmente su primo José Ferrer, famoso actor de cine y teatro, premiado en Hollywood con un Óscar por su interpretación en la película 'Cyrano de Bergerac'.

De Rumasa al arte

Pero continuemos con nuestro protagonista, quien desde pequeño mostró gran interés por el dibujo y la escultura, afición que el tiempo fue agrandando, haciéndole comprender que aquella actividad comercial llevada a cabo en Rumasa no alimentaba sus inquietudes artísticas, ni satisfacía su proyecto vital. Fue por ello trascendental, que por aquellos años recibiera el encargo de decorar con imágenes las habitaciones de la Clínica Universitaria de Navarra, propuesta que dio un giro a su carrera, dedicándose definitivamente a la escultura. Oficio que le atraía sobre manera ya que era un fiel estudioso de la vida y la obra de los imagineros españoles, por algunos de los cuales sentía verdadera admiración, y de los que decía eran bienhechores de la sociedad.

Este bagaje de conocimientos labró en su sensibilidad el perfil artístico en el que se apoya su obra y que le caracteriza. No obstante, fue decisivo su paso por el estudio del escultor Pedro Bejarano Cortijo, discípulo de Mariano Benlliure, al que, según sus propias palabras, le debe todo lo que sabe.

Aunque su estilo se enmarca dentro del figurativo, los tiempos y las tendencias le han hecho adaptarse a los gustos de cada época, así como a las advocaciones y características santificales de los encargos recibidos, de las diferentes regiones y partes del mundo. Hasta el punto de modelar imágenes para países andinos cuyos rasgos faciales, atuendos y atributos son fácilmente identificables con los de los habitantes del altiplano, siendo ésta una de las razones por las que nunca le faltaron encargos. Si al minucioso trabajo artístico de José Ignacio se le suman sus valores humanos, obtenemos la resultante de una obra muy personal, cargada de espiritualidad, que rezuma bondad y dulzura.

No creemos posible que tanta expresión de humildad y nobleza puedan salir de un corazón vano sin credo ni fe en lo sobrenatural. De hecho, él es consciente del efecto que en su obra tiene su devoción religiosa y que transfiere a cada imagen, convirtiéndola en lo que desea representar.

La dedicación absoluta sin días ni horas, el cuidado, el perfeccionismo, la observancia minuciosa del detalle, son otros de los valores por los que se caracteriza cualquier pieza salida de su taller, sea grande o pequeña; lo que consigue a través de un arduo proceso, que hace de cada imagen, objeto o atributo una obra de arte. Esto es debido al tándem que forma con su esposa, la también jerezana Milagros Lorente, en quien ha encontrado el apoyo absoluto y la complicidad en todos los órdenes, no pudiendo ser menos en el artístico, ya que ella es la responsable del laborioso y delicado trabajo de la policromía de cada pieza y, en suma, del especial acabado por el que se distingue su obra escultórica.

La obra de nuestro paisano está repartida por todo el mundo ya que ha sido proveedor de la firma Talleres de Arte Granada, la empresa más importante de España y seguramente del mundo en imaginería y artículos de arte sacro, que exporta sus piezas a todo el planeta.

Vírgenes

Dignos de ser contempladas son la gran cantidad de vírgenes que ha modelado y que salidas de su taller hoy se encuentran repartidas por templos y basílicas de numerosos países, representando a la virgen María en sus diferentes nombres y advocaciones. Como también grupos escultóricos para monumentos, tal ha sido el esculpido para el eminente doctor Jiménez Díaz, erigido en El Molar (Madrid). O el encargo recibido desde Honduras para su presidente Roberto Suazo Córdoba.

Prácticamente, desde que empezamos esa serie de 'Mis familias preferidas' teníamos en cartera dedicar nuestro espacio a la familia Mora-Figueroa, de la que, como decíamos al principio, existen miembros con la suficiente entidad como para escribir varias entregas de este apellido. Dándose el caso de que se me adelantara 'Paleta de Colores', la que ha dedicado su última edición a nuestro protagonista.

En el catálogo de mano que la dirección del concurso ha editado este año, se hace una sinopsis de su vida y obra, interviniendo cinco personalidades de diferentes estamentos de la sociedad, donde se contempla al artista desde diversos mundos.

En el terreno empresarial es José María Ruiz-Mateos quien le describe como amigo de la infancia, excepcional escultor, que debido a su devoción mariana ha contribuido a extender de manera eficaz y contundente la imagen de la virgen María por todo el mundo.

En el científico es el doctor Manuel González Barón, jefe del Servicio de Oncología del Hospital Universitario de la Paz, quien describe a José Ignacio como una persona de acusada finura de espíritu que un buen día decidió abandonar una vida acomodaticia, optando por otra con mayores riesgos pero en la que ha encontrado una realización completa.

En el artístico es Manuel Jiménez Montesinos, jefe de Talleres de Arte Granada, quien lo califica de excelente artista cuya ingente obra ha contribuido a engrandecer y dignificar el arte sacro, a través del cual el hombre puede relacionarse con lo sobrenatural.

En lo religioso es Mateo Blanco Cotano, párroco de Santa Eulalia, Badajoz, el que habla de una persona que ha recibido el don especial de la sensibilidad artística, virtud a través de la cual hace santo lo humano.

Y en el terreno periodístico es Macarena Vivar Lorente, jefa de Prensa de la Comunidad de Madrid, quien lo define como un hombre de una dilatada vida profesional que ha sembrado de arte todo cuanto ha hecho. Arte que se ha quedado a vivir en parroquias, iglesias y en miles de hogares. Son muchos los pueblos y pedanías madrileñas que tienen en sus iglesias imágenes de nuestro paisano: la Virgen de la Paz en Badajoz, la Virgen del Rosario (El Vellón), la Virgen de la Asunción en Meco (Parroquia de Madrid) o la Virgen de la Consolación en Roma, y numerosas imágenes repartidas por el mundo.