Futuro. Los jornaleros van recorriendo las campiñas a la búsqueda de nuevos contratos. :: J. C. C. Entre la campaña de la aceituna y la de la fresa, muchos jornaleros (algunos naturales, otros 'retornados') trabajan en la poda de la vid, en la campiña jerezana. Algunos harán aquí la vendimia; otros se marcharán a Francia :: JUAN CARLOS CORCHADO
CIUDADANOS

La mano de obra en el campo se agota

El hundimiento de la construcción obliga a volver al campo: el sector aguanta la crisis, pero ya no puede absorber más mano de obra

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Luis Camacho, 'El Mellizo', mira Bornos desde la Carretera Vieja. Son las once de la mañana y Antonio Gil, su compadre, no llega. Van a salir a la Sierra, a por tagarninas. «Algo habrá que hacer», dice, arrugando una bolsa de plástico y guardándosela en el bolsillo. Tiene 27 años y está en paro. «Lo normal», sonríe sin ganas. Estuvo en la Costa, claro. Se metió en un piso y en un coche. Se casó con Nerea. En diciembre de 2007 un contratista de Estepona le dijo: «Hasta aquí hemos llegado, chaval». La constructora se declaró en quiebra. La obra, un bloque de pisos varado entre los esqueletos de varios hoteles, sigue ahí, muerta de risa o de pena. Otro gigante que cayó en la refriega. Pero a Luis le siguen llegando las letras, puntualmente, a primeros de mes. «Y no hay manera de pagarlas», se queja, torciendo el gesto.

A principios de 2008, ya sin desempleo, decidió volver al campo. «En la poda de la vid había más albañiles que jornaleros», explica. «El tajo no es lo que era. No hay sitio». Capeó el temporal enlazando una chapuza con otra. «Eché algunos días en las papas, algunos en el verdeo, y otros en la planta de la fresa». Luego quiso cargar los bártulos y emigrar a Jódar, a la campaña de la aceituna, como hacían sus padres en los 80. «Imposible: entre el temporal, los inmigrantes y que sobran manos, no te aseguran ni las peonadas mínimas». Así que se quedó en Bornos. A esperar algo, lo que sea. Por lo pronto, a Antonio Gil, que ya sube pesadamente por la cuesta.

A las doce, en la placita del consultorio, Antonio Rodríguez y Lugardo Doblado, comparten sol invernal, tabaco y tertulia con los jubilados de Espera. Hay un monolito, a la entrada del pueblo, con una leyenda pintada en la cerámica: «De aquí procede el dicho 'Esto va a acabar como el rosario de la aurora'». «En tragedia, sí», admite Pedro Romero, el alcalde. «Todavía hay muchos albañiles cobrando el paro, pero después, ¿qué?». Antonio y Lugardo militan en el colectivo mayoritario de desempleados de la Sierra: han cambiado el palustre por la azada. «Pero ya no hay ni campo», dice Antonio, de 44 años, que estuvo nueve trabajando en la construcción: «Madrid, Canarias y la Costa del Sol, hasta que todo se fue a tomar viento». «Hemos preguntado en Zaragoza y en Murcia, pero por allí tampoco: nada de nada».

Paqui Romero, responsable de Agroalimentaria de UGT en la Provincia, resume la situación actual de una forma muy ilustrativa: «Antes nos faltaba mano de obra, y ahora se ven colas en las puertas de los cortijos». Un dato contundente: más de 20.000 gaditanos, según el sindicato, solicitaron plaza para trabajar en la última campaña de la vendimia francesa, y 3.499 se han inscrito en el registro del GEA, de la Consejería de Empleo, para ver si se 'cuelan' en alguna campaña próxima.

Los datos oficiales avalan esta realidad, aunque sea de una forma matizada y relativa. Por ejemplo, en diciembre de 2009, la agricultura fue el sector que más contratos generó en Cádiz (5.042), por encima de la construcción (3.907) y de la industria, y a pesar del Plan E. Es cierto que el número de afiliados al Régimen Agrario se mantiene casi estable desde que empezó la crisis (en torno a 32.000), pero a nadie se le escapa que el campo es un ámbito especialmente sensible a la economía sumergida que nunca recogen las estadísticas.

Además, como apunta Luis Páez, de Agroalimentaria de CC OO, «aunque estábamos aguantando el tirón mejor que otros , eso no significa que tengamos capacidad para absorber mano de obra, y menos ahora, con la pérdida de jornales que ha supuesto el temporal». Y advierte: «A muchos les va a resultar imposible sumar las 35 peonadas ». Es decir, los albañiles demandan volver al campo, «pero otra cosa es que puedan hacerlo».