CARTAS AL DIRECTOR

En defensa de un jerezano ilustre

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No hace mucho se publicó en un medio informativo local un artículo con palabras ofensivas que afectaban a mis difuntos padres (q.e. p. d.), Juan Puerto Aragón y Mercedes Cabrera Domínguez, y a mi mismo, por lo que interpuse demanda ante el Juzgado Nº 1 de Jerez que dictó sentencia condenatoria contra dicho medio de comunicación por no rectificar a tiempo de acuerdo con mi solicitud y con la Ley de Prensa.

En el citado artículo, a la vez que se halagaba a Pepe Estévez (q.e.p.d.), cuyo grupo familiar adquirió la mayoría de las acciones de Bodegas Real Tesoro, se menosprecia a su familia política, entre la que se encontraban sus difuntos suegros, Juan Puerto Aragón y Mercedes Cabrera Domínguez, sus cuñados, entre los que me encuentro, e incluso sus propios yernos y nueras. La frase condenada a rectificar por el juez fue:

... «Pepe Estévez...entró a ayudar a la familia en Real Tesoro y terminó poniendo en la calle a casi toda su familia política»...«eso me demostró que a las familias política hay que tenerlas como un cuadro que pasa el año mirando para la pared y en Navidad se le da la vuelta para felicitarles»...

Como dicho medio de comunicación sólo rectificó una parte de su ofensivo artículo, sin aludir a lo que afectaba a mis indefensos padres, como hijo mayor deseo manifestar lo siguiente:

Mis padres, mis hermanos y yo somos algo más que un objeto o «cuadro que pasa el año mirando para la pared y en Navidad se le da la vuelta para felicitarles».

Pepe Estévez entró en Real Tesoro, al heredar su esposa (mi hermana Isabel) algunas acciones de su padre, Juan Puerto Aragón. Sus cuñados le vendieron más acciones, a pesar de que otros posibles compradores ya habían mostrado interés por su adjudicación (Rumasa y Sr. Romero Vargas). Por lo tanto no «entró a ayudar a la familia» sino que la familia le ayudó a entrar.

Juan Puerto Aragón, persona de gran prestigio (Medalla de Oro del Mérito Civil) ayudó a su yerno Pepe Estévez durante los seis primeros años de su matrimonio, al permanecer éste con su familia como invitado en casa de sus suegros, lo que permitió ahorrar para su inversión en el negocio de la arena, su principal fuente de patrimonio y, además, Pepe Estévez demostró siempre una gran admiración hacia su suegro, lo que no se compagina con las presuntas declaraciones que se le atribuyen ahora. Tampoco parece lógico pensar que algún otro familiar haya promovido dicha publicación, que es ofensiva incluso para la propia esposa de Pepe Estévez, hija de los difuntos Juan Puerto Aragón y Mercedes Cabrera Domínguez, que ya no se pueden defender.

Deseo me publiquen el presente artículo en defensa de la imagen y el buen nombre de mis difuntos padres, y de la familia política de Pepe Estévez, en la que me encuentro incluido junto a mis hermanos, e incluso a sus yernos y nueras, a los que también se les eleva a la categoría de «cuadro que pasa el año mirando a la pared».

Cualquiera que haya sido autor o promotor del citado artículo se califica por si solo y como mínimo debería tener la valentía de firmarlo sin esconderse en el anonimato de unas supuestas antiguas desafortunadas declaraciones de alguien que, sólo por el hacho de no encontrarse entre nosotros, merece mayores respetos, pues en nada le benefician.