:: TEXTO: PÍO GARCÍA :: FOTOGRAFÍA: PICHI CHUANG/REUTERS
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El rugido minúsculo

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Apoyado sobre el ojo de una aguja, el tigre ruge. Abre sus fauces, enseña los colmillos y avisa a la población: con él no se juega. Apenas mide 0,12 centímetros de largo y 0,1 de alto, pero el tamaño no le arredra. Lleva escrita la dignidad de su raza en las manchas del lomo. Su padre, el artista taiwanés Chen Forng-shean, lo ha creado para dar la bienvenida al Año Lunar del Tigre, que, según el calendario chino, se iniciará el próximo 14 de febrero. Un año -promete el horóscopo oriental- que vendrá marcado por las cualidades del sigiloso felino: suave y agresivo a un tiempo; fuerte y de maneras solemnes; inteligente e intuitivo. Los chinos continentales confían en que el Tigre les ayude a consolidar su insólito sistema de comunismo político y capitalismo económico, con el que ya están cerca de dominar el mundo. Los chinos de Taiwán, recluidos en su isla del Pacífico Sur, también buscan el auxilio del Tigre, pero sus fines son mucho más modestos: sólo piden sobrevivir, sin que sus temibles hermanos y vecinos se los merienden en un ataque de imperialismo. Todos ellos, a despecho de diferencias políticas, comparten la esperanza de que el nuevo año traiga a la humanidad entera fortaleza, presencia de ánimo y capacidad de lucha. Pero, de momento, cuando los datos de la crisis global y del desastre climático se funden con las terribles imágenes del terremoto haitiano, cuando África se consume en un continuo infierno de guerras y hambrunas, el hombre apenas puede verse como el tigre rugiente de la fotografía: minúsculo y vulnerable, patético en su pretendida fiereza.