Manuel Domínguez mantiene sus flores pese a los problemas. :: L. R.
Sanlúcar

La flor cortada aguanta el tirón

Las inversiones se centrarán en mejorar la calidad del producto, promocionarlo y reorientarlo hacia el mercado internacional Asociaciones agrarias y Junta hacen piña para relanzar la floricultura

CHIPIONA. Actualizado: Guardar
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Manuel Domínguez llegó a contar con 16 trabajadores en sus invernaderos. Sus flores, como las de otros agricultores chipioneros, se vendían a buen precio a las comercializadoras e invirtió sus beneficios en dotar a sus instalaciones de calefacción y agua potable. Eran los años dorados de la floricultura en Chipiona, cuando el ir y venir por la carretera de Sanlúcar de los trailers cargados de género hacia la subasta de Holanda eran una imagen cotidiana.

Pero la gallina de los huevos de oro no sobrevivió a finales de los noventa y todos los «intrusos» que cultivaron a mansalva seducidos por el dinero fácil se cambiaron al negocio inmobiliario mientras los invernaderos languidecían por la pérdida de calidad de las flores y la dura competencia de países como Marruecos, Colombia o Israel que lanzaron nuevas variedades a menor coste.

Sobrevivir

El mínimo margen de beneficio para el agricultor terminó de lastrar un negocio en el que hoy por hoy se paga el tallo de clavel a ocho céntimos. El ramo en floristerías puede alcanzar los 20 euros. Esta decadencia, que se arrastra desde hace una década, se ha llevado por delante 350 de las 700 hectáreas dedicadas a la flor. Los floricultores profesionales que, como Manuel, continuaron en la brecha, lucharon por diversificar los productos más allá de los claveles y clavellinas y por modernizar sus invernaderos, pero las subvenciones de las administraciones públicas no llegaron, o fueron escasas. Los que se quedaron tampoco hicieron piña y adolecieron de falta de fe en la creación de un bloque, una Interprofesional de la Flor Cortada, que por fin ha visto la luz.

Auspiciada por las asociaciones agrarias Asociaflor, Faeca, COAG, Asaflor- Asaja y UPA, cuenta con el respaldo de la Junta de Andalucía y ya ha hecho público un decálogo de medidas cuyo principal objetivo es restablecer la deteriorada imagen que las flores producidas en la región padecen en los mercados internacionales. El delegado provincial de Agricultura, Juan Antonio Blanco, expuso que «la primera medida pasa por mejorar la calidad de las flores mediante la incorporación de tecnologías a los procesos productivos». La orientación hacia las necesidades del mercado y la promoción se perfilan como otras dos estrategias a seguir y en las que, según Blanco, «invertirá la administración para situar la flor andaluza a la cabeza del sector». En este sentido, el delegado se mostró abierto a la colaboración en la organización de Florasur, la feria internacional de la flor cortada que durante más de 20 años se celebró en Chipiona de forma ininterrumpida y que se retomó en 2007, sin lograr continuidad.

De momento no existe previsión de partidas económicas para relanzar la floricultura de la provincia, que se mantiene viva gracias a los pequeños agricultores como Manuel, que ya no gana para pagar jornales y se mantiene a flote a duras penas con la ayuda de sus dos hijos. No obstante, pese a haber pasado casi diez años luchando por la composición de la Interprofesional desde la Mesa de la Flor Cortada, este hombre al que ya sólo quedan 8.000 de los 17.000 metros de flores que cultivaba, sigue manteniendo la fe. «Dicen que nunca es tarde. Yo siempre he confiado en que la Interprofesional y el respaldo económico era la única solución».