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La maniquí de las cejas espesas

Inès de la Fressange, musa de diseñadores, lanza al estrellato a Roger Vivier, la mítica firma de zapatos de las hebillas enormes

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Inès Marie Laetitia Églantine Isabelle de Seignard de la Fressange nació con un nombre igual de interminable que sus piernas. De buena cuna, daba gusto verla correr por la casa de su abuela, una multimillonaria que vivió saturada de lujos y asistentes domésticos. Sin embargo, la mujer más rica de Francia lo perdió todo y la pequeña Inès se tuvo que ir a vivir a un viejo molino, a las afueras de París, donde hacía tanto frío que para salir de la cocina debía ponerse un anorak.

Modelo de modelos, encajó el golpe. «Afortunadamente», dice, de no haberse arruinado sus padres, se hubiera quedado en «una señorita de buena familia». Algo que nunca casó con las maneras de esta mujer, que jamás perdió su porte aristocrático. De su madre heredó los modales sobre las pasarelas. La esposa del duque de Seignard llegó a desfilar para Guy Laroche con un estilo inconfundible: siempre con una mano en las caderas. Sin apenas curvas -«parezco una escoba»-, Inès intentó ganarse un dinero mientras estudiaba Historia con unas sesiones de fotos, pese a que los estilistas le aconsejaron que se olvidara de ser maniquí por tener las cejas demasiado espesas. Tampoco le ayudó su enjuto cuerpo y sus 180 centímetros de altura. «Alta, flaca y divertida. son rasgos que no enloquecen a los hombres». Pero sí a una industria que la recibió con los brazos abiertos. «La originalidad es lo que de verdad te hace diferente. Es el verdadero talento». Inès no era la más guapa «ni la mejor posando», pero acabó como una de las modelos más emblemáticas de la historia.

Contrato con Chanel

Amiga íntima de Carolina de Mónaco -«es una buena, muy buena chica»-, fue la primera maniquí en firmar, en los ochenta, un contrato en exclusiva con una firma de alta costura: Chanel. «Todo el mundo me dijo que arruinaría mi carrera». Pero la siguieron retratando los mejores fotógrafos: Richard Avedon, Newton, Cecil Beaton... «Soy una mujer de decisiones drásticas». Incluso cuando murió su marido de un infarto, en marzo de 2006, exhibió su gran fortaleza: «Las desgracias te enseñan a apreciar cada instante de tu existencia».

Aprovechó aquel bajón anímico para aliarse con Bruno Frisoni y rescatar del olvido a Roger Vivier, la mítica firma de calzado, famosa por sus exageradas y rectangulares hebillas. Roger fue el primer gran maestro zapatero de la historia antes de la explosión de los 'manolos' y Jimmy Choo. Así ha vuelto a convertirse en la preferida de las celebrities. Si en su día Brigitte Bardot, Jacqueline Kennedy o María Callas se calzaron los Roger, hoy lo hacen Penélope Cruz, Scarlett Johansson, Carolina, Carla Bruni...

«Roger, que ya era muy mayor, me cogía la cara y me decía: 'Eres tan nuestra, tan París, tan francesa. Tienes que protegernos'». Y es verdad. Inès es lo más chic de París, después de la Torre Eiffel y los Campos Elíseos. Como embajadora de la marca, sacó del olvido a Vivier. «Las personas ricas lo primero que compran son zapatos caros. Si una mujer está bien arreglada, bien peinada y con buenas joyas, pero los zapatos no van en consonancia, se estropea todo. Es como cuando se está en una casa muy bonita, pero huele mal». Inès aspira a hacer de los Roger Vivier piezas que superen el tiempo, al estilo del trentch de Burberry o el bolso 'Kelly' de Hermès: «Entiendo el lujo como un concepto que liga la creatividad y la elegancia a un proceso plenamente artesanal. Eso es Vivier». Y así es Inès, pura sofisticación, pese a las cejas de antaño.