Sociedad

La crisis agudiza la precariedad de los Derechos Humanos

Organizaciones como Amnistía Internacional advierten a los gobiernos de la necesidad de no volcarse sólo en la economía, «al tiempo que pisotean la dignidad de sus ciudadanos más necesitados»

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Se cumplen 61 años de la aprobación de la Declaración de los Derechos Humanos y -como cada 10 de diciembre- hay poco que celebrar. La crisis económica se ha colado de rondón en el panorama siempre precario que deben sufrir, día a día, millones de personas. «El mundo está sentado sobre una bomba de relojería social, política y económica», ha advertido Irene Khan, secretaria general de Amnistía Internacional, en la presentación del Informe 2009. Las grandes y medianas potencias se esfuerzan en poner a tono el músculo de sus economías, «pero al mismo tiempo pisotean la dignidad de sus ciudadanos más necesitados».

A estas alturas, la brecha entre ricos y pobres está adquiriendo proporciones abismales en América Latina y Caribe, donde más de 70 millones de personas malviven con menos de un dólar al día. Y hasta existen gobiernos, como el de Myanmar (país fronterizo con China), que no se privan de arrebatar a su propio pueblo la ayuda humanitaria que les llega; las autoridades bloquearon los recursos enviados por la comunidad internacional para paliar las necesidades de tres millones de damnificados del ciclón 'Nargis' y los aprovecharon para promocionar un referéndum amañado.

Como contrapunto, a veces surgen figuras como Aung San Suu Kyi, opositora del régimen de Myanmar, que recibió en 1991 el Nobel de la Paz por mantener viva la esperanza de los defensores de la democracia. A costa incluso de su salud -ha sufrido un sinfín de arrestos domiciliarios-, Suu Kyi no ceja en su empeño de reivindicar la reconciliación entre las etnias de su país y la estrategia de la 'no violencia'. Fiel seguidora de Gandhi, es un ejemplo para quienes «no se limitan a hacer promesas sobre el papel, sino que también toman medidas concretas», enfatiza Irene Khan, de Amnistía Internacional.

Pornografía infantil

Otras consecuencias de las profunda agitación a nivel mundial son los brotes de racismo y xenofobia. Cada vez son más los actos de violencia contra inmigrantes o minorías étnicas, que ahora suman a su marginación un estado de miedo permanente, inseguridad y agresividad. En Brasil, México e India, por ejemplo, se están negando con más arbitrariedad que de costumbre las reivindicaciones de los colectivos indígenas.

El uso de la comida como arma política es otro efecto perverso de la debacle internacional: el hambre y las enfermedades se han disparado por la subida de los precios de los alimentos, de ahí que haya Estados como Corea del Norte y Zimbaue que no han desaprovechado la ocasión de oprimir aún más a su población. Y en países como Rusia la desaparición de niños, para explotarlos como esclavos sexuales o protagonistas de pornografía en Internet, va en aumento exponencial. Ante este panorama, la organización Human Rights Watch apela a la responsabilidad de EE UU como líder mundial (con puntos negros también, como su extralimitación en la lucha antiterrorista) para dar impulso a un nuevo orden que propicie la remontada, sin dejar cadáveres en el camino.