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Rusia insiste en que tiene en su poder el cráneo de Hitler

Los servicios secretos del Kremlin desmienten un estudio estadounidense que descarta que los restos pertenezcan al 'führer'

MOSCÚ. Actualizado: Guardar
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Pese al análisis de ADN efectuado recientemente en la Universidad de Connecticut con muestras del supuesto cráneo de Adolf Hitler, en el que se rechaza su autenticidad al constatarse que pertenece a una mujer, los servicios secretos rusos FSB (antiguo KGB) insisten en la veracidad de sus afirmaciones sobre la procedencia de los restos. El general Yuri Jristofórov, actual jefe del archivo del FSB, sostiene que en el Archivo Estatal de Rusia «se guardan trozos del cráneo de Hitler», uno de los cuales presenta un orificio de bala, y en el Archivo del FSB «se conserva parte de la mandíbula». Según sus palabras, «son los únicos restos que han quedado del führer. Lo demás fue incinerado en 1970». Jristofórov subraya que «estas piezas son los únicos testimonios documentales de la muerte de Hitler».

Sin embargo, en un estudio dado a conocer en septiembre por científicos de la Universidad de Connecticut se asegura que el cráneo, según las muestras recogidas por el arqueólogo Nick Bellantoni en un viaje a Moscú, perteneció a una mujer. No se ha podido establecer si era Eva Braun, la compañera del caudillo nazi, al no disponer de una muestra de referencia de algún familiar. Al parecer, Bellantoni obtuvo las esquirlas del hueso clandestinamente, aprovechando un descuido de los empleados del Archivo Estatal de Rusia. No está del todo claro si fue él mismo quien lo hizo o alguien del equipo del canal norteamericano Hoggard Films que logró autorización para acceder al archivo y filmar documentos.

El general Jristofórov, precisamente, advierte de que los científicos estadounidenses «nunca nos pidieron permiso para tomar muestras de ADN del cráneo y, aunque las llegaran a obtener, nos preguntamos con qué las compararían para aseverar que no son de Hitler».

Traslado a Moscú

El historiador ruso, Lev Bezimenski, escribió en 1992 que, tras suicidarse en la tarde del 30 de abril de 1945, los cuerpos de Hitler y Braun deberían haber sido quemados, lo mismo que se ordenó hacer con los de Josef Goebbels, su familia y el general Hans Krebs. Pero, según Bezimenski, fueron hallados «casi intactos» cuatro días después por Iván Churakov, uno de los soldados de las tropas soviéticas que acababan de entrar en Berlín.

Los cadáveres fueron enterrados y exhumados después en varios lugares de la capital alemana y trasladados al cuartel general del Ejército Rojo. Por orden de Stalin, el 21 de febrero de 1946, los restos fueron sepultados secretamente, afirma Jristofórov, en una base militar soviética en el número 36 de la calle Westend, en la ciudad de Magdeburgo. Hasta que, para evitar que la ciudad se pudiera convertir en un lugar de peregrinación, temiendo que fanáticos nazis pudieran averiguar algún día el secreto, el entonces jefe del KGB, Yuri Andrópov, pidió autorización a la cúpula comunista para destruir definitivamente lo que quedaba de los cuerpos.