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Tocados, hundidos

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L os plenos en Cádiz han tocado fondo. Las mayorías absolutas nunca fueron alimento para el debate, pero tampoco sirven de excusa -ni a Gobierno, ni a oposición- para justificar la estomagante ristra de sainetes, abandonos y encontronazos que marcan el triste libro de sesiones de este mandato.

No nos engañemos. Los plenos siempre han sido una suerte de castigo para los que deben asistir (concejales, funcionarios, periodistas, cámaras y policías) pero a su extensión y su planicie intrínsecas, a sus defectos de forma crónicos, se han sumado últimamente taras de fondo que amenazan con volverlos ridículos, además de inservibles. Volcar toda la responsabilidad en el otro no hace más que ensanchar esa sima que se traga el interés y la buena intención de todo el que se acerca a un Pleno. El deterioro es tal, que todas las partes han de reflexionar sobre la contribución que han hecho con perseverancia. La tendencia de Teófila Martínez a cerrar el debate en la mitad de los puntos del orden del día enerva a la oposición y, incluso si fuera un recurso legítimo, desestabiliza el equilibrio democrático por el que ella, como figura institucional, debe velar en primer lugar. El resto de concejales del PP también tendrían que pensar, como el César, que son mortales, que algún día estarán al otro lado. Han de ofrecer la información, responder sin desdén aunque las votaciones estén ganadas de antemano gracias al rodillo que le dieron las urnas. Deben hacerlo por respeto a las reglas, que están por encima de los efímeros jugadores. La desgana y los retrasos con los que contestan, la inconsciencia cívica con la que rechazan toda enmienda o propuesta (incluso las buenas, que alguna habrá) es, al cabo, un desprecio y un perjuicio hacia todos los ciudadanos.

Con ser un trago el papel del PSOE en la oposición, jamás puede adoptar el papel de gamberro que boicotea cada clase porque sabe que el curso está perdido. Hace tiempo que, con razón o sin ella, viven a la espera de una excusa para hacer estallar su malestar. Que la situación también se produzca en Diputación, Sevilla o en el parlamento sueco no es ninguna excusa. Sumar errores jamás elimina ninguno. Los argumentos que puedan tener Colombo, Romaní, Ortuño y Pérez Peralta se evaporan cada vez que recurren a la morisqueta, el índice iracundo, la risita por sistema o el canturreo infantil.

A estas actitudes se suma un mal de fondo: el pleno queda vacío de contenido si se infla con «exigencias» a la Junta o al Gobierno sobre problemáticas generales, supramunicipales, que sólo sirven para que los populares gaditanos jueguen a ser una oposición periférica que nadie oye ni atiende. Sumado todo, resulta un espanto ante el que sólo cabe recordar una obviedad: antes que machacar al otro o ganar elecciones, los ediles están en la sagrada, olvidada y cursi obligación de ser ejemplos. Al menos, tienen cuatro cerca: Luis, Bruno, Juan José y Sebastián... No es tan difícil. Nunca es tarde. Ya basta.