Sociedad

Incuestionable

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No ha sido ninguna casualidad, por supuesto, que tras la reivindicación de la cultura mexicana contemporánea realizada este año con la concesión del Príncipe de Asturias de Humanidades y Comunicación a la Universidad Nacional Autónoma de México, ahora se le otorgue el Cervantes a José Emilio Pacheco, un poeta formado en esa institución, cuya obra encima reivindica la civilización frente al caos y la barbarie.

Caos y barbarie en una democracia zozobrante, sí, ante los que un poeta y una universidad oponen la métrica lírica, el pensamiento y la formación en valores civilizados. Pero al margen de esta defensa que la cultura española realiza con la creación literaria y académica mexicana, también está el respaldo oficial a un poeta prestigioso, cuyas obras comenzaron a ser publicadas y conocidas más ampliamente en España después de ser galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía.

En ese sentido, el Cervantes hace justicia a un poeta que vincula la generación vanguardista de los poetas españoles exilados en México, con el paralelo de los creadores incluidos por Jose María Castellet en aquella clasificación de los novísimos, un grupo que lo mismo que Pacheco siempre estuvo influido por los malditos del idioma español, esto es, por Octavio Paz, Oliverio Girando o Lezama Lima, entre otros. Evidentemente, el turno rotatorio realizado por el Cervantes entre literatos españoles y latinoamericanos peca de previsible, si bien la calidad poética y ensayística de Pacheco o la justa reivindicación de una cultura mexicana como antídoto contra la barbarie son incuestionables.