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Incógnita en Sancti Petri

Las administraciones tendrán que llegar a un acuerdo para darle una función que sirva para conservarloA dos semanas de finalizar la rehabilitación, el castillo aún no tiene un uso definido

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Cada día, sin fallar uno, el almirante genovés Benedetto Zacarías, recorría el perímetro de la estancia más alta del castillo para sobreguardar de los piratas la pesca atunera que se había consolidado en la zona. Era verano de 1262 y la guerra por la reconquista de Cádiz llegaba a su término. Zacarías había estado encargado de las galeras durante el conflicto y conocía la situación privilegiada del islote de Sancti Petri. El militar pisaba suelo sagrado y sobre el templo de Hércules levantó una primera torre vigía con la finalidad de dar la voz de alarma si era necesario.

El castillo ha tenido usos defensivos desde entonces. Sirvió de fortaleza contra los piratas ingleses y fue blanco de las bombas francesas durante la Guerra de la Independencia. En estos 2.000 años de existencia, la isla, bajo la que yacen los restos de Heracle según la mitología, a albergar una atalaya blanca como en sus orígenes. La literatura antigua habla de columnas doradas, pero se encuentra en medio de la costa gaditana y es la piedra ostionera la que manda en la construcción.

El Ministerio de Medio Ambiente, del que depende tras dejar atrás su pasado militar, se ha hecho cargo de la rehabilitación, a la que le quedan apenas dos semanas de andamios. El autor del proyecto es José Antonio Martín-Caro, que cada día, sin fallar uno, recorre desde abril a estar fecha el perímetro del patio superior para supervisar los trabajos que sacan adelante Acciona y Freyssinet.

Dada la rapidez con la que se ha desarrollado la obra se presta a pensar que los dioses han vuelto a bendecir este lugar sagrado y han retrasado los temporales para que todo esté listo con la llegada de los primeros fríos. Ahora sólo queda pendiente el embarcadero, que enlazará en una ruta directa con el pantalán del Poblado de Sancti Petri después de primavera.

La reforma permitirá recibir visitas y volver a poner en uso esta edificación, pero ¿quién se encargará de hacerlo? La vieja pugna por la fortaleza entre San Fernando y Chiclana aún sigue viva, a pesar de que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía le diera la razón al Ayuntamiento isleño. Y el monumento tiene la catalogación de Bien de Interés Cultural (BIC), que dificulta la posibilidad de llevar hasta la isla cualquier tipo de suministro. Todo apunta a que será una institución pública la que se haga cargo de ponerlo en valor. ¿Pero cuál?

Para entender las peculiaridades del castillo conviene cruzar las 2,5 millar que lo separan del muelle más cercano y observarlo de cerca. La redactora y el fotógrafo lo hicieron acompañados de los técnicos de la Demarcación de Costas y responsables del proyecto.

Toda la construcción está pensada para hacer frente a dos enemigos: el que llega de fuera con afán invasor y el mar sobre el que se alza la isla. Durante el último siglo de abandono ha sido el segundo el que ha hecho un daño mayor. Cuando el equipo contó con todos los permisos para entrar, «la fortaleza se había convertido en una duna». Martín-Caro explica que las tareas de limpieza han supuesto un mayor trabajo que la reconstrucción en sí. Bajo la dirección del jefe de servicio de Costas, Gregorio Gómez Pina, el ingeniero ha echado mano de las referencias históricas para reinventar una vez más Sancti Petri. «Tenemos mucha información y no ha habido que añadir nada, lo único nuevo es el muelle, que hemos cambiado de sitio, porque el original ya tenía problemas».

Sacar adelante el proyecto, con un presupuesto de 3,6 millones, no ha resultado fácil. Los condicionamientos del entorno y las restricciones de la protección cultural complicaron el desarrollo de las obras. Primero por las dificultades para transportar los materiales y segundo por la imposibilidad de contar con luz y agua corriente en el enclave. Aljibes y generadores han hecho el avío para seguir con la rehabilitación. Gómez Pina reconoce que «se ha vuelto a trabajar con técnicas del siglo XIX, porque se han aprovechado todos los restos despeñados de la antigua construcción». En este caso, no duda en hablar de reciclaje y resalta que el color blanco que ahora predomina en la fortaleza también viene a imitar a la mezcla de cal y arena que se utilizó siglos atrás.

Desde la entrada hasta la torre del homenaje, que alberga el faro, «encontramos materiales muy distintos, desde los fenicios hasta el siglo XIX y pensamos ¿por qué no dejar también del nuestro? Elegimos el hormigón». Cuenta Martín-Caro, que se han respetado las estructuras y se han conservado pocas salas cubiertas dado el estado de deterioro en el que se encontraban. «Había poca calidad en los techos», reconoce el ingeniero.

El principal valor de la edificación es la idea arquitectónica del castillo, que data de 1720 en su mayor parte. Cuando los más de 80 trabajadores llegaron al baluarte lo hallaron tomado por la vegetación. El ejército de casco blanco tuvo que luchar contra una planta parasitaria autóctona -el 'cynomoriun'- que además contaba con protección institucional y con las gaviotas que habían anidado a placer. «Los hongos no podíamos tocarlos y las aves nos atacaban», recuerda Alberto Marina, directivo de Acciona en Andalucía. Finalmente se llegó a un acuerdo con la Junta para llevar las especies vegetales al Botánico de San Fernando y se pidió ayuda para quitar los nidos.

Y una vez terminado el edificio. ¿Para qué servirá? El trabajo de la Demarcación de Costas y de las empresas adjudicatarias termina en la rehabilitación, pero los responsables del proyecto confían en que el uso permita la conservación. Ana Troya, arqueóloga de la Consejería de Cultura que participó en la visita, admite que aún no hay un plan claro. Cuenta que los edificios catalogados como BIC suelen destinarse a actividades multiculturales y en esto «lo mejor sería que lo asumiera una institución pública». Esta experta ha sido la encargada de supervisar los trabajos de rehabilitación, con los que se muestra satisfecha. Asegura que se han respetado todas las recomendaciones y el proyecto cumple con los objetivos.

La arqueóloga lo tiene claro. Las visitas serían la mejor solución o la posibilidad de un observatorio para estudiar las distintas civilizaciones.

La gestión de este tipo de edificaciones siempre es complicada. Para Antonio Javier González, director de actividades culturales de la Universidad, la calificación BIC es una fortaleza más que una debilidad. «Quizá no sea el lugar adecuado para hacer conciertos ni para abrir un negocio hostelero, pero sí para que el propio equipamiento sirva de reclamo para visitas». En este aspecto, el técnico insiste en que la empresa pública siempre ha funcionado mejor en la explotación de patrimonio histórico. González ve en la rehabilitación una oportunidad para que los vecinos de San Fernando y Chiclana puedan disfrutar del castillo. «Siempre ha sido un enclave emblemático y sólo lo han podido ver de lejos». De ser así, el castillo volvería a ser un lugar de contemplación, como Hércules lo concibió.