COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

Is different

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Primero vino la tempestad, vestida de Juicio Final, con un modelo Fin de los Días que duró -siempre es igual- lo mismo que una saliva en una plancha, hasta que llegó la calma, a siete con cincuenta el metro cuadrado. Y mientras entonábamos lo de «Americanos os recibimos con alegría...», la ciudad se iba sitiando -apunten para el Bicentenario- y ya no importaba tanto si las calles eran de seguridad o inseguras, si el rodaje duraba tres días o tres años, si esto era Cádiz o Zimbawe porque para entonces teníamos los anuncios municipales de «Cádiz plató de cine» y esperábamos, pelillos a la mar, que en vez de una película rodaran veinte, qué le íbamos a hacer.

Pero como no hay situación que no pueda empeorar, el primer día de rodaje nos levantamos con la firme decisión de poner en práctica la Ley de Murphy y nos dimos cuenta de que era absolutamente necesario cruzar por las vallas de seguridad, increpar a los policías, pasar por casa de mi prima Carmeluchi y hacer todo lo que no hacemos normalmente -¿desde cuándo un domingo por la mañana está Cádiz como una feria?- de tal manera que cuando se escaparon los toros -algo que entraba dentro de lo previsible y para eso se habían cerrado las calles- todos estábamos allí.

Y entonces nos salió Cádiz por los cuatro costados. Todos fuimos presa del pánico, todos pedimos -además de la oreja y el rabo- responsabilidades al Ayuntamiento de la ciudad, a la productora y hasta a la madre de Tom Cruise. Y si hay que parar el rodaje, se para.

Son las cosas que pasan. Con esto no contaba la productora. Con que a un plan B no nos gana nadie. Y a improvisación, tampoco.