MAR DE LEVA

Una calle cualquiera

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Lo vi el otro día en la tele, en uno de esos episodios de la mejor serie de humor que jamás se haya hecho en este suelo nuestro, Vaya semanita, humor vasco internacional, o humor internacional desde lo vasco. Un gag disparatado, tan anclado en la realidad que fue como si me asomara a la ventana de mi calle, o de una calle cualquiera de una ciudad cualquiera, y viera la que se lía cuando levantan calzadas y aceras para meter la luz, el teléfono, la fibra óptica, el nuevo alcantarillado, el soterramiento, o lo que sea. Y la burla, tan real que fue, ya les digo, como si lo estuviera mirando desde mi balcón, porque no se aprovecha una sola zanja para hacerlo todo de una vez, sino que se mete primero la luz, y se cierra, y se abre luego y se mete el teléfono, y se cierra, y se abre para meter lo que sea, y se vuelve a cerrar antes de volver a abrirla para volver a meter otra cosa.. Ad infinitum y más allá.

Lo vengo sufriendo en mi propia calle, desde hace mes y pico, y lo que me espera. Una calle que era de bajada hace años y que, desde que la avenida pretende ser una línea recta sin giros a izquierda ni derecha, convirtieron de subida. Dos carriles estrechitos, un semáforo que además no permite girar hacia un lado, y que encima dura lo que un caramelo en la puerta de una guardería: un, dos, tres, ya. A esperar. Anda que no cuesta trabajo, tanto a peatones como a coches de las calles perpendiculares, atravesar el río no tan grande que es la avenida de los muchos nombres.

Están reparando el edificio alto de mi calle. Andamios de arriba a abajo en el rascacielos gaditano, todo lleno de hierros, maderos, redes de seguridad, un baño portátil que me llegó a taponar la puerta (y eso que la reparación no es en mi edificio, pero aquí te plantan los meódromos por la cara en cualquier parte), vallas de seguridad, el cartelito mentiroso de que están trabajando por nosotros, y esa doble vía, ya ridícula en tiempos de normalidad, que de pronto se ve reducida a una sola.

Mi calle, una calle cualquiera, es ahora un caos. No por la obra en cuestión, que imagino necesaria, sino porque no se puede levantar una torre de babel de esas características y esperar que el tráfico se fastidie durante seis meses. Y quien dice tráfico dice los servicios de reparto, las ambulancias que tienen que salir por una calle que en circunstancias normales no ofrece tampoco mucha cancha, los vecinos. Mi calle, una calle cualquiera, se inunda y anega y los pocillos saltan en cuanto caen cuatro gotas. Mi calle, una calle cualquiera, se llena de marquesinas que vuelan y hasta de trozos de balcones que se hacen añicos en cuanto el viento huracana y la lluvia perrea.

Vivo sin vivir en mí temiendo la que nos espera este invierno. Como peatón, como conductor, como vecino. Por la molestia, por la incomodidad, por el peligro. Lo más sensato sería cerrar temporalmente la calle al tráfico dejarla sólo de acceso a garajes y servicios de reparto y urgencias, no convertirla en el salidero innatural que es ahora, y permitir durantre el tiempo que dura la obra que se pueda girar a la izquierda en la avenida a la altura del McDonalds. No colará. La avenida es inamovible, y los ciudadanos de las calles perpendiculares y paralelas seguiremos sufriendo incomodidades por no alterar el tráfico de entrada y de salida. que de todas formas nunca es rápido.