Jerez

El chubasquero de Domingo

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Qué difícil hacemos todo los cofrades. Cuando parece que los problemas se van solucionando, que van apareciendo los primeros puntos de luz en lo que antes era una penumbra absoluta, llegamos nosotros y nos empeñamos en volver a apagar las velas que nos alumbran y nos marcan el camino. Hablo por supuesto de la problemática que ahora negarán que existe del Sábado Santo, que parece que podría ser una posibilidad y las cofradías nos negamos ahora a afrontar con serenidad.

Será que como nos lo han negado por activa y por pasiva, ver ahora indicios de que algo puede variar nos paraliza, nos deja sin respuesta. Y eso es precisamente lo que vengo fiscalizando desde hace tiempo en este último tramo de la cofradía, la falta de capacidad de nuestros dirigentes para cambiar el plan sobre la marcha cuando las circunstancias que lo rodean varían. Tenemos una idea en la cabeza que sí sabemos y queremos llevar hasta el final, pero si a la mitad del viaje se pone a llover y nosotros hemos previsto sol, somos absolutamente incapaces de comprar un simple chubasquero que solucione, aunque sea momentáneamente, la inquietud que produce cualquier cambio, por pequeño que este sea. No sé si me están entendiendo. No sé si me estoy explicando.

La historia del Sábado Santo es sencilla de explicar, y quizá difícil de comprender. Los que van en los últimos tramos de las cofradías recuerdan que se quitó de Jerez, entre otras mil razones que no puedo entrar aquí a valorar, por la escasa presencia de público en la calle, aunque bien es verdad que los tiempos han cambiado y para bien.

Los obispos del sur, exceptuando a una Sevilla que como siempre, va a otra cosa, acordaron respetar el período de reflexión que marca la liturgia para el Sábado Santo. Dios encerrado en un sepulcro no merecía una fiesta, sino más bien una preparación para celebrar con toda la solemnidad la Resurrección de Cristo. Es decir, que de procesiones, ni media.

A esto se remitían con cansancio desde las distintas delegaciones episcopales cuando había alguna tímida solicitud de rescatar el Sábado Santo, o cuando las había incluso con presiones de no realizar la estación de penitencia en otra jornada que no fuera esa, como fue el caso el año pasado de la hermandad de la Piedad. Se hizo la solicitud, se reunieron en numerosas ocasiones, intentaron acercar posturas, y la película terminó, como recordarán porque no fue para olvidarlo fácilmente, con la mediación del obispo en Bertematti y con la hermandad de la Piedad saliendo en Viernes Santo. Cosas de Roma, dijeron. Cosas de los obispos del Sur. Cosas de liturgia, lo siento...

Debe ser que Cádiz no está en el sur, cosa que dudo, o que el obispo Ceballos tiene más poder que el que era nuestro prelado, Juan del Río, que estoy seguro que no, pero el caso es que en Cádiz han solicitado cambiar alguna cofradía al Sábado Santo y desde Palacio se ha accedido con una sorprendente normalidad.

Ya no hay pacto. Ya no hay Juan del Río, que imagino que entre militares no se pondrá a llamar a Mazuelos para explicarles esta película que hasta a mí me resulta sonrojante recordar. Ya no hay ninguno de los actores principales que había el año pasado, y nos han cambiado el guión. Incluso el presidente del Consejo dice que si llega una propuesta a Curtidores, él no sólo la firma, sino que la apoyará públicamente.

¿Qué es lo único que no ha cambiado? El hermano mayor de la Piedad. Domingo Díaz. El que parece que por ahora no sabe quitarse el chubasquero que se compró porque llovía hace un año. Es curioso, porque ahora parece que luce el sol más radiante... Un sol pactado en el sur.