vuelta de hoja

Tiempo de ida y vuelta

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Está regresando una época que creíamos perdida en ese inabarcable espacio que solemos llamar la noche de los tiempos.

Para los que seguimos viviendo, incluso para los que continúan durando, ese regreso supone en algunos aspectos que nuestras vidas han sido capicúas. Como en ciertas composiciones medievales, pensamos que el final está al principio y el principio está al final. A los que fuimos niños de la guerra, o sea, a los viejos de ahora, nos están emborronando la memoria. ¿Era entonces cuando nuestros mayores se llevaban a matar o es ahora cuando se limitan a soltar de sus jaulas los consuetudinarios tigres del tamaño del odio? Han vuelto las colas. Las detestables colas para guardar turno en busca de alimentos. Hay 1.200.000 familias ahogadas por la crisis y otras muchas con el agua al cuello. Cáritas se ha visto desbordada por la demanda de ayudas, que ha crecido a medida que disminuía el PIB. Su clientela obligatoria es un cuarenta y pico mayor que hace dos años. Todo eso, agravado por los bombardeos, lo vi entonces, cuando niño, y vuelvo a verlo ahora, de viejo, pero no es lo mismo tener ocho años que ochenta.

Bien sabe Dios que no tiendo al pesimismo, pero en la tierra donde vivo y en otras de la varia España, preferentemente en las de siempre, está regresando el hambre. No el apetito: el hambre.

Cáritas es una institución magnífica, pero lo mejor sería que no fuese necesaria. No se puede ser aproximadamente feliz estando cercados por la desgracia. Los enemigos más identificables de los eventuales seres humanos son la crueldad, la ignorancia y la miseria. Esta última, que quizá sea parienta próxima de las otras, se está desarrollando mucho. Los economistas temen que dé un estirón el año que viene, pero los sindicalistas permanecen serenos.