IMPRESIÓN PRESCINDIBLE

Frágil estafa de las palabras

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Sólo los imbéciles empiezan un artículo de opinión con una cita. Escribió Mario Benedetti que las palabras son frágiles, transparentes y putas. Y lo bueno, precisamente, de que reúnan esas condiciones es que parece que uno puede disponer de ellas a su antojo, convertirse por unas horas, o días, o años, en el proxeneta de sílabas y significados. Pero al final, las ya no tan inmaculadas consonantes descubren a su poseedor en un dudoso establecimiento en mitad de una carretera y con la cartera vacía. De la misma manera, las palabras, palabras, palabras, que pueblan los periódicos engañan al principio, pero después de releerlas, las al principio putas se vuelen transparentes y al final, maldita inteligencia del populacho, se rompen, frágiles.

Se rompen las palabras «contención del gasto público» cuando se descubre que lo único en lo que se escatima es en inversiones, pero que en chanchullos, chóferes y trajes nadie mete tijera. Traslúcida y opaca la justicia con su «libertad vigilada», sobre todo si añade «dificultades para vigilar». Y cuando se dice «amplia negociación diplomática» se quiere sugerir «veremos quién se marcha antes de esta ruleta rusa». Demasiada palabra ramera, Lolitas negro sobre blanco que esconden un Sadam, un Bush o un Josu Ternera detrás de una apariencia dulce. Y jugando con las palabras, tanto el partido del gobierno como el de la oposición están en la lucha, en el tema del aborto, de quién protege más la vida. Ambos afirman que lo hacen incluso antes de que la vida se produzca. Eso sí es el polvo enamorado y no lo de Quevedo, un putañero de las palabras.