En la Real Bodega de La Concha cuando le dieron la Orden de Isabel II. / L. V. Unos vinos en el cuarto de muestra, ejercicio en el que era un maestro. / L. V. Junto a Manuel González Díez y Carlos González Rivero con una copa en la mano. / L. V.
Jerez

Ingeniero, vinatero y escritor

Manuel María González Gordon, marqués de Bonanza, destacó por su cultura y su cercanía

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Continuando con la familia González-Gordon, para la que, como ya anunciamos en el capítulo anterior de esta serie de Mis familias preferidas, necesitaremos al menos tres capítulos, traemos hoy a las páginas de LA VOZ a quien fuera, sin lugar a dudas, uno de los personajes más populares y queridos de Jerez, pues su educación, simpatía y cultura lo hacían ser un hombre enormemente cercano y empático. Estas cualidades le conferían un carisma especial, por lo que solía ser el centro de la reunión allá donde estuviere, destacando siempre sobre el resto por su buen humor, su saber estar y su inteligencia.

Manuel María nació en Jerez, el 19 de agosto de 1886, en el número 58 de la céntrica calle Larga. Llevó a cabo los estudios primarios en la escuela pública que la bodega sufragaba para los hijos de los empleados y arrumbadores. Al terminar el Bachillerato, su padre, el marqués de Torresoto, lo envió a Alemania, país que, como primera potencia mundial por entonces, tenía gran prestigio en la formación de ingenieros industriales.

Una vez obtenido el título correspondiente, viajó a Hispanoamérica, concretamente a Chile, donde, contratado por la compañía Norton Griffiths&Co. Comenzó a trabajar como ingeniero en la construcción de un ferrocarril que, paralelo a la cordillera andina, recorría de norte a sur todo el territorio chileno.

Una vez terminado de montarse el largo trazado ferroviario, Manuel María regresó a España. Ya en Jerez, continuó con su actividad como ingeniero industrial, profesión que alternaba trabajando en el negocio familiar en las bodegas de González Byass, en el que llegó a ocupar el cargo de presidente del Consejo de Administración. Durante este tiempo, por su celo y dedicación, la empresa tuvo gran auge y proyección, siendo modelo de producción y por el trato prestado a sus trabajadores.

Prócer de la ciudad

Manuel María González-Gordon fue un defensor a ultranza del vino de Jerez, formando parte de los fundadores del Consejo Regulador de Denominación de Origen Jerez-Xerez-Sherry; siendo también testigo en Londres del pleito llevado a cabo en defensa del Sherry. Entre sus grandes amigos figuró el padre Arteche, prior de los Cartujos, al que ayudó sobremanera para que la comunidad de dicha congregación religiosa volviera a la ciudad de Jerez y restableciera el culto en el Monasterio de la Cartuja, el que, desde el tiempo de la desamortización de Mendizábal, se encontraba en un lamentable estado de abandono, convertidas sus naves y patios en apriscos de ovejas y estancias de ganado.

Orden de San Bruno

Manuel María González-Gordon contribuyó a que regresaran a Jerez los monjes de la Orden de San Bruno, a los que, mediante arduas gestiones con Luisa Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, proveyó del retablo barroco que en condición de préstamo hoy se encuentra instalado en el altar mayor (ver artículo de Mis familias preferidas sobre el doctor Bartolomé Benítez de fecha 23 de agosto de 2008), con el que, iniciada la actividad religiosa, se restauró y recuperó el emblemático monumento jerezano calificado como uno de los más importantes de toda la provincia de Cádiz.

En este sentido, el marqués de Bonanza fue un prócer para la ciudad, ya que su sensibilidad en este aspecto fue esencial para la restauración de la Iglesia de Santiago, la que por aquellos años padecía importantes deficiencias en sus cubiertas, precisando, como ahora, una compleja y laboriosa revisión y consolidación de sus estructuras.

Por su relación familiar con el coto de Doñana y la Patrona de la Marismas, la Virgen del Rocío, contribuyó para que en el 1932 se fundara la Real Hermandad del Rocío de Jerez, de ahí la gran relación de la bodega de la Constancia con esta institución.

Texto sobre el vino

Manuel María González-Gordon dejó para la posteridad el texto más importante que se haya escrito sobre el vino, la viña y la bodega, siendo un referente y permanente libro de consulta de todo aquel que quiera conocer la historia y la cultura vitivinícola jerezana: su cultivo, crianza, envejecimiento y terminología al uso de todo lo concerniente a los caldos jerezanos, compendio al que, a pesar de su tecnicismo, su autor supo conferirle un carácter ameno y accesible al lector interesado por muy lerdo que sea en la materia. A lo largo del tiempo se han publicado varias ediciones del mismo en diferentes idiomas, incluso en japonés.

El marqués de Bonanza fue, asimismo, presidente en Jerez de la Cruz Roja, entidad a la cual donó unos terrenos para la edificación del hospital que lleva su nombre. Se trata de un gesto que también da buena muestra de la generosidad que caracterizaba a este ilustre jerezano.

A lo largo de su vida profesional, empresarial y personal, Manuel María González-Gordon hizo los suficientes méritos para hacerse acreedor del afecto de los jerezanos, siendo una persona muy querida a todos los niveles y en todos estamentos sociales, cosa harto difícil en esta ciudad, la que, cariñosamente, llegó a apodarle Tío Manolo.

Hijo Predilecto

Debido a su labor y popularidad, en septiembre del año 1950 el Cabildo Jerezano, en sesión plenaria, acordó nombrarlo Hijo Predilecto de Jerez. Obtuvo también la Gran Cruz de la Beneficencia, la Medalla al Mérito en el trabajo y fue investido Caballero del Imperio Británico, le fue concedida la Placa de Honor de la Cruz Roja, así como nombrado capataz de honor de la bodega de San Ginés y guarda mayor del Parque Nacional de Doñana, entre otras distinciones y condecoraciones.

Estuvo casado con Emilia Díez Gutiérrez, de cuyo matrimonio fueron fruto María Dacia, Mauricio, Luisa y Jaime, todas personas de gran sensibilidad, valores y gusto por las artes, características que heredaron igualmente de su padre.

Falleció el 2 de abril de 1980, dejando una profunda huella entre sus más allegados y, en general, todos lo que le conocieron.