EL JEME

El verdadero Job

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Había en el país de Hus un hombre llamado Job. Era un hombre recto e íntegro. Tenía siete hijos y tres hijas. Poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y gran cantidad de criados. Era el hombre mas importante de todo el Oriente». Un día Satán le preguntó a Dios: «¿Crees que Job te teme desinteresadamente? Quítale todo lo que tiene y verás como te maldice». Así empieza el libro de Job en el que se habla del sufrimiento del inocente, del dolor inmerecido.

Por eso decía bien Rajoy que Job sólo hay uno y no es él, porque aunque satanes dispuestos a mortificarlo le salen como hongos y amigos como los de Job no le faltan, ni tiene la inocencia de éste - porque buena parte de la responsabilidad de lo que está sucediendo en el PP le es achacable - ni a la hora de impacientarse tiene la grandeza ni la energía de Job, pues finalmente el puñetazo que iba a pegar en la mesa se ha quedado en palmada y su cabreo en jeremiada. Rajoy encaja mucho mejor en el libro del Apocalipsis en el que se habla de los tibios, de los que se dice que la ira de Dios caerá sobre ellos. Él, a pesar de que pueda parecer frío, es en realidad un gran tibio, porque frente a todo este despropósito, le ha faltado valor para ejercer su autoridad con firmeza, y energía para tomar decisiones tan tajantes y quirúrgicas como exige la situación. Y lo peor es que mucha gente no lo va a olvidar.

En realidad los verdaderos Job somos los millones de ciudadanos que asistimos pacientes, más que nada porque nos hemos quedado petrificados, al indescriptible espectáculo que, con alguna excepción, nos está ofreciendo la clase política.

Job es sobretodo, el chiclanero que se palpa la cartera cada vez que cruza por delante de su ayuntamiento no sea que le caiga otro catastrazo, o que entra con aprensión en su casita del diseminado - por la que paga unos impuestos como si estuviera en la Quinta Avenida y recibe unos servicios como si estuviera en las afueras de El Cairo - con la incertidumbre de si le habrán vuelto a robar. Job es el ciudadano de la Bahía que contempla estupefacto el papelito que el ayuntamiento de Puerto Real le ha dejado en el parabrisas de su vehículo, en el que le explica que ha sido multado por aparcar en el Camino del Hospital Universitario, o sea en el mismo sitio en el que deja su coche desde hace años, donde además hay un guardacoches que se lo cobra. Job es el vecino de la capital que recibe una notificación de su ayuntamiento en la que le requiere el pago de un IBI de 2003, que no sólo está ya pagado, si no que si no lo estuviera, ya habría prescrito.

Job en fin, somos todos y cada uno de los ciudadanos que estamos a punto de perder la paciencia por culpa de esta ilegal voracidad recaudadora de los ayuntamientos. Pero a quienes nos gobiernan, no les conviene olvidar que también Job la perdió: "estoy hastiado de vivir así que daré rienda suelta a mi queja, hablaré en el colmo de la amargura». (Job 10,1).