Manuel Cobo, ayer, a su llegada al Comité de Garantías del PP./ EFE
ESPAÑA

El 'esclavo moral' del alcalde

El vicealcalde de Madrid asume el trabajo oscuro de Ruiz-Gallardón en los momentos más delicados de las disputas con Esperanza Aguirre

MADRID Actualizado: Guardar
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«Ahí llegan Pili y Mili». Así saludó uno de los 'esperancistas' que se agolpaban a la entrada de la sede nacional del PP la llegada de Alberto Ruiz-Gallardón y Manuel Cobo a la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del martes. Son así, inseparables. El 'yin y el yang'; uno, Cobo, futbolero, del Real Madrid, y el otro melómano; Gallardón es un fino estilista y calculador en política, mientras que su segundo es el 'algarrobo' ayuno de florituras.

El vicealcalde nunca ha tenido el menor rubor en confesar su adicción 'gallardonista'. «Soy un esclavo moral» suyo, declaró hace cinco años para explicar su frustrada candidatura a presidir al PP de Madrid. Hace diez días, su dependencia no había experimentado la menor cura. «En política soy de Ruiz-Gallardón al 100%», dijo en la polémica entrevista que ha provocado su expulsión temporal del partido. Una lealtad, pues, a prueba de bombas, en la que siempre quedará la dura de si es de ida y vuelta, pero ése es otro cantar.

Todo el mundo en el PP sabe que Manuel Cobo hace el trabajo 'sucio' que el alcalde evita. Gallardón sólo se mete en los charcos de salón. Es su martillo pilón, su 'mister Hyde'.

Es impensable que el gobernante madrileño hable de «vómito» para referirse a las maniobras políticas de Esperanza Aguirre, su íntima adversaria, o de «gestapillo», en alusión a la red de espionaje de la Comunidad de Madrid. Ésa es la labor de Cobo. Frontal, sin ningún tipo de remilgos ni diplomacias.

Manolo, de 53 años y leonés de Ponferrada, no se arrepiente de los sacrificios por su jefe. Con la fe ciega del mártir acudió ayer al tribunal disciplinario del partido sin arrepentirse de nada. Sostiene, rotundo, que no tiene por qué desdecirse del más brutal ataque lanzado contra la presidenta regional. Sabe además que el jefe guarda su espalda, seguirá en el despacho del ayuntamiento y que tiene la portavocía municipal garantizada. Pero si no fuera así, habría dado igual. Es el esclavo moral, y encima tiene la vida resuelta.

Abogado de familia con posibles inmobiliarios, se afilió al PP en 1986 y cinco años después trabó amistad con el entonces líder de la oposición al socialista Joaquín Leguina, a la sazón presidente de la Comunidad de Madrid. Entró en el equipo de Gallardón que ganó las autonómicas de 1995 y se convirtió en el portavoz del PP en la Asamblea regional.

En la siguiente legislatura ganó posiciones en el sanedrín 'gallardonista'. Se hizo con la consejería de Presidencia a la que sumó después la de Hacienda. Ya era el hombre de confianza. Con el paso al Ayuntamiento, en 2003, se transformó en la mano derecha y, de paso, en cordero pascual presto para el sacrificio para cuando fuera menester.

Congreso de 2004

La oportunidad surgió de inmediato. Alberto Ruiz-Gallardón, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo, se empeñó en disputar el liderazgo del PP madrileño, pero sin arriesgarse a la derrota. Una tarea perfecta para el lugarteniente del alcalde, que en 2004 saltó a la arena sin la menor posibilidad de vencer a una Esperanza todopoderosa.

Claro que Manuel Cobo no tiene la misma lectura y sostiene que la derrota no fue tal sino que se retiró.