CALLE PORVERA

Nuestro zoo

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La despedida de Azahar -la lince que España ha cedido a Portugal para que el país luso se integre en los programas de recuperación de este felino- del Zoo de Jerez supuso para mí un reencuentro. Paradojas de la vida. No sé cuántos años hace que no dedico una mañana a recorrer el recinto, a levantar la vista para ver dónde se han escondido esta vez las águilas o qué está haciendo el hipopótamo que tanto me gustaba observar de pequeña. Siento confesar que ha podido pasar más de una década.

Aún conservo el carnet del Club de Amigos del Zoo con el que participaba cada sábado por la mañana en un montón de actividades. Recuerdo sentarme en cualquier rincón para dibujar torpemente un mono o responder un cuadernillo de preguntas consultando las fichas de cada uno de los animales. También buscábamos información en la biblioteca y elaborábamos murales dedicados a las diferentes especies. De sábado en sábado, crecí.

Tengo el zoo a un paseo de mi casa y no es cualquier cosa. Es uno de los mejores de España, junto con Madrid y Barcelona. A veces se dan estas circunstancias: visitamos muchos monumentos, museos y también zoos del extranjero sin darnos cuenta de que aquí, junto a Icovesa, tenemos una joya natural. Nuestras instalaciones reciben visitantes de toda la provincia, de Andalucía y del resto de España. He conocido a personas que sabían dónde estaba Jerez porque los trajeron de pequeños a pasar un día en el zoo.

Los pavos reales paseaban ayer por el césped sin importarles cuánta gente hubiera mirándolos, el ruido de los coches apenas se escuchaba y, a pesar del calor, la tierra contagiaba frescura. Apenas me adentré unos metros en el recinto pero pronto supe que tengo una visita pendiente.