vuelta de hoja

Coartadas prófugas

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A veces las personas que desean a todo trance, incluso en los más amargos, seguir permaneciendo fieles a su partido se ven obligados a cambiar de ideología. En otras ocasiones si a lo que aspiran es a seguir siendo fieles a su ideología, tienen que cambiar de partido (Llamo ideologías, no a las ideas, sino al prospecto de adhesiones que se nos dan a escoger). A los tránsfugas, vocablo que en principio significa «persona que huye de un sitio a otro», se les suele identificar como a persona sin principios. No siempre es así. Ocurre que la lealtad se hace sinónimo de la arterioesclerosis. A don Manuel Machado, que también hizo ocasionalmente crónicas políticas, le hacía mucha gracia un profundo orador de su época que decía: «yo pensaba en 1920 y sigo pensando ahora...».

Para medir la autenticidad de algunos espectaculares cambios hay que detenerse, aunque sólo sea un momento, en la ventaja que le han aportado al que decidió trasladarse de un lugar a otro, no sin comprobar el confort de ambos. ¿Cómo calificar de tránsfuga a Dionisio Ridruejo, que cambió para perder y se quedó sin nada cuando lo tenía todo? Fijamente recuerdo cuando él me decía, sabiendo mi escasa afición a los intríngulis políticos: «Para que tú lo entiendas, yo quiero hacer posible un régimen que me juzgue por mis errores». Un alma grande y atormentada. Nunca traicionó a su conciencia, que no se estaba quieta.

Se ruega no confundir casos así con el de los golfantes que se acoplan en los ayuntamientos a la aritmética que les permita continuar sus trapicheos. No es raro que los salientes y los entrantes tengan la misma catadura moral. Son intercambiables. Girasoles de la política, que la confunden con una agencia de colocaciones.