Editorial

Pacto político

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E l pacto alcanzado con el PNV y CC despeja el camino para que el Gobierno logre sacar adelante los Presupuestos para 2010, el proyecto de Cuentas Públicas que mayor contestación política ha recibido tanto por el incremento de la presión fiscal sobre las clases medias, como por su supuesta incapacidad para afrontar el desafío de la salida de la crisis. Paradójicamente, ese rechazo generalizado no se ha traducido en las dificultades que cabría esperar para los socialistas. Lo que permite constatar, por una parte, que la negociación presupuestaria habría vuelto a alejarse de los requerimientos que exige un ciclo recesivo como el presente, para centrarse, de nuevo, en el ajuste entre lo que el Gobierno está en condiciones de ofrecer a sus interlocutores y lo que éstos pretenden en función de sus intereses; pero también, por otra, que la debilidad parlamentaria del Ejecutivo no ha llegado aún al extremo de ahuyentar al conjunto de la oposición a la hora de buscar acuerdos. Esta última evidencia podría llevar al presidente y a su partido a presuponer que pueden seguir gestionando la legislatura procurando alianzas puntuales para cada iniciativa, a partir de la convicción de que si ellos lo tienen difícil para configurar mayorías, aún lo tiene más complicado el PP para articular una alternativa visible y duradera. En un momento tan crítico como el actual, es imprescindible contar con unos Presupuestos. Pero el lógico alivio que pueda sentir el Gobierno al haber superado, salvo imprevistos, el escollo presupuestario ni justificaría una eventual jactancia al administrar el acuerdo, ni obvia la parquedad con que han sido aprobadas buena parte de las Cuentas Públicas en los dos mandatos de Rodríguez Zapatero; prueba de ello son los tres vetos sufridos en el Senado. Aunque quizá lo más llamativo de las tramitaciones de los Presupuestos es que el Gobierno ha acabado convirtiendo al PNV en su socio preferente en este terreno, al haberse apoyado en sus escaños en todas las votaciones desde 2005. Lograr ese respaldo esta vez ha supuesto supeditar una cuestión de tanto calado como el blindaje del Concierto Económico vasco a la negociación partidaria para aprobar las Cuentas. Si algo demuestra el reiterado aval del partido de Urkullu no es sólo que sea un socio necesario para el Gobierno, sino que él mismo precisa de dar ese apoyo, especialmente ahora que ya no lidera el Ejecutivo de Vitoria, para mantener su relevancia e influencia como fuerza institucional.