ANÁLISIS

Aval no solicitado

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Un comentario un tanto sardónico sugiere que el Premio Nobel de la Paz impedirá a Barack Obama, entre otras cosas, bombardear Irán. El ejemplo ilustra bien el debate suscitado por la atribución al presidente norteamericano del anhelado galardón. Informaciones de medios noruegos parecen confirmar que hubo, en efecto, bastante menos que unanimidad al sopesar la candidatura. Y era de esperar también que la militancia socialdemócrata del presidente del Comité Noruego que lo da, el ex primer ministro laborista Thorbjoern Jagland, se juzgara como políticamente motivada a favor de Obama.

El comunicado que acompaña a la concesión da una pista de por dónde van los tiros, al decir que premia «su trabajo en pro de un mundo libre de armas nucleares». Y es verdad que desde la campaña electoral el presidente de EE UU prometió esforzarse a fondo en ese renglón. Encabezó una sesión ad hoc del Consejo de Seguridad de la ONU y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, acaba de dar un gran empujón en Moscú al nuevo tratado de desarme nuclear conjunto con su antiguo antagonista ruso.

Un Nobel otorgado a un presidente en el octavo mes de un mandato de 48 es más una hipoteca que un estímulo, incluso si el comité buscaba lo segundo. El Comité parece sugerir un respaldo al único proyecto expreso de pacificación en curso: el acuerdo de paz entre palestinos e israelíes. Sólo cinco días después de sentarse en el Despacho Oval, Obama nombró un peacemaker profesional, George Mitchell, como su enviado personal para Oriente Medio bajo su personal dependencia orgánica. Los hechos, por cierto, no autorizan optimismo alguno y la atmósfera es mucho peor allí que en 1994, cuando el Nobel recayó, sin crítica alguna, en Yassir Arafat y el general Rabin por firmar los Acuerdos de Oslo.

A falta de currículum, lo que ha recibido Obama es, pues, una especie de aval que él, por cierto, no solicitó y que de algún modo le condiciona, le ata. Si finalmente hay paz en Oriente Medio, habrá valido la pena. Si se ataca Irán (lo que ahora mismo está descartado), todo habrá sido inútil y poco ejemplar. Lo que hoy se puede decir es que los entusiastas, que son legión, podrían haber esperado algo más. El premio así queda un poco precipitado, un poco superfluo.