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CÁDIZ Actualizado: Guardar
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-Últimamente es usted el perejil de todas las salsas. ¿No le da miedo quemarse?

-Ya ando chamuscaíllo, la verdad. Ayer mismo lo hablaba con mi novia. Por una parte es bonito, porque me lo tomo como el resultado de mucho trabajo, pero por otra... Me están llamando para una pila de cosas, y yo soy el típico sentío al que le da reparo decir que no. Pero desde ahora mismo y hasta principios de 2011 creo que no volveré a cantar en Cádiz, para no ponerme cansino...

-¿A su novia la conquistó cantando o dando el cante?

-Seguro que se mosquea porque hablo de esto, pero.... (risas) Nosotros nos conocimos hace 17 años. Éramos del mismo barrio, de La Viña. La cosa fue al revés: ella cantaba y yo iba a escucharla. Fíjate por donde...

-¿Hay tanta fiesta detrás del telón como se dice?

-La cosa ha mejorado profesionalmente, pero también se ha enfriado en todo lo demás. Ésa energía que había antes, esas ganas de seguir con el jaleo, de disfrutar entre amigos, se ha perdido un poco...

-También dicen que el flamenco tiene su lado oscuro. ¿Ya lo ha visto?

-En el flamenco, como en casi todo lo que tiene que ver con el mundillo artístico, hay mucha porquería... Claro que hay buena gente, pero también hay quien piensa que esto es la selva y quiere llegar arriba a costa de lo que sea... Además, esta es una profesión muy nocturna, y ya se sabe: mucho alcohol, mucha coca, y mucha tontería. Gracias a Dios, no todo el mundo es así...

-¿Cómo es David Palomar cuando se baja del escenario?

-Pues ya ves, un tío muy normal, al que le gusta ver al Cádiz los domingos, estar con su chica, con su familia, el puchero de su madre y la ropa vieja de después...

-¿Ninguna excentricidad de artista?

-Qué va. De artista no... Lo más parecido es que me encanta ir al campo a montar a caballo. Yo, que soy tan de La Caleta...

-Usted es muy joven. Seguro que, además de a Camarón, siguió a alguno de esos grupos o solistas de los 80-90 que ahora dan vergüenza ajena.

-Pues claro... Yo era un flipao de la música, pero también de la mala música. Tenía la casa llena de discos de bandas de pop de esas que ya no recuerda nadie, mezclados con los de mi padre: desde Perales a Serrat, pasando por El Fary. Lo que de verdad me molaba era imitar a Michael Jackson. Se me daban bien, no te creas, los pasitos del Thriller...