Cesc lideró al equipo en la primera parte junto a Xavi y marcó un bonito gol. / EFE
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España marca su ritmo y sigue reconocible

Derrotó a Armenia en

COLPISA. EREVAN Actualizado: Guardar
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El sueño de los débiles está cogido con hilo tan fino que al mínimo contratiempo se rasga. Así lo quiso España ante una Armenia que pensó por un momento en ganar al todopoderoso.

La historia se escribe con renglones derechos y la selección impuso su peso en un partido muy trabajado, que tuvo que pelear porque su rival siempre pensó en cosas imposibles.

Del Bosque pidió a sus jugadores que el equipo fuese reconocible. Que no perdiese la identidad, pese al carrusel de cambios que había introducido en estos partidos en los que España no se jugaba nada.

Resulta complejo motivar a los futbolistas cuando sólo importa el resultado. La actual selección desprende tanto compromiso como entusiasmo.

No distingue entre encuentros oficiales y amistosos. Se ha alcanzado tal nivel de responsabilidad que la derrota conlleva una decepción de grandes dimensiones. Ayer sábado fue un partido complicado. El once que montó Del Bosque no había jugado nunca junto. Montó un bloque mezclando a los teóricos titulares con los suplentes para reservar otro equipo de garantía para el partido en Bosnia.

Al son de Cesc y Xavi

Bajó algo el nivel, pero mantuvo el tipo. Del Bosque dio con la tecla. Cesc y Xavi se encargaron de manejar un partido que se puso muy bravo enseguida. Los armenios salieron como lo hacen los modestos. Con el protector bucal bien ajustado y mostrando el taco en cada acción. Era su sueño. Poner entre las cuerdas al grande. Al campeón de Europa. Cada ataque representaba un atisbo de rebelión. El estadio clamaba cada vez que el único punta pasaba del medio del campo.

Una locura pasajera. Un derecho que duró cinco minutos cuando Puyol marcó en propia puerta en una jugada a balón parado para igualar el tanto inicial de Cesc. Pero España estaba ahí. Y también el propio Puyol para sofocar cualquier incendio, que los hubo, aunque pequeños.

El empate sonaba a derrota. Ni se amilanó ni se relajó un instante. Sólo concedió seis minutos para la esperanza local. El valencianista Mata resolvió un penalti que le habían hecho a Cazorla. Ahí se acabó todo.

Antes, se comprobó que la resistencia inicial duró media hora. Hasta que llegó el primer gol. Cesc acertó con la portería después de un magistral pase de Xavi y se esfumó el toque de corneta. Entonces se cumplió el guión lógico. España había superado el empuje inicial y puso el partido donde quería. Así maneja mucho mejor el repertorio. Se adueñó del balón y todo sucedió según le pareció a Xavi y a Cesc.

La película discurrió con relativa tranquilidad. Ahora jugamos deprisa y ahora, lentos. No hacía falta arriesgar más. Con la amplitud que dio el equipo, con Monreal y Sergio Ramos casi siempre en el campo del rival, hubo espacios para que los centrocampistas se asociasen por el centro. Llegó el embudo, un mal endémico que favorece a los que tienen defender. Y más con el campo rápido por culpa de la tormenta que cayó. España no resolvió antes porque Fernando Torres sigue algo ausente. No encuentra su sitio ni tiene fortuna. Tuvo un par de ocasiones, pero se le resiste el gol.