Espejito, espejito

Varios políticos, cuyos nombres mantendré en el anonimato porque soy un señor, han encargado, últimamente, un estudio para conocer la opinión que tiene el pueblo llano de su imagen. Además, en algún caso, es literal; les interesa más saber qué imagen proyectan a la ciudadanía, que la opinión que tiene ésta de su gestión. Pasaremos por alto el tema económico, de dónde sale el dinero destinado a pagar esos estudios, porque vamos a dar por hecho, que, desgraciadamente, los dirigentes gastan más dinero en la fachada que en amueblar el edificio. Lo preocupante del asunto de los «informes espejo» es que revela una realidad demasiado cruda como para tragársela; muchos políticos han perdido la referencia, la brújula sólo les señala el camino que va al ombligo. Cualquiera que se mueva en la vida de a pie, donde los charcos salpican y las crisis no son titulares de prensa, sabe qué imagen defiende. Si uno se atreve a mirar en los ojos de los demás viandantes, puede obtener una referencia clara de la imagen que le viste; no hacen falta informes ni expertos para saber si estás en tu sitio o intentas ocupar un trono que no te corresponde. Todos hemos forzado la máquina en alguna ocasión, -hasta yo tuve un día la tentación de comprarme unos pantalones de cuero-, pero el humo resultante del calentón, nos chiva que estamos rozando los límites, y es el momento de tener una charla con los amigos de verdad, los que no cobran por consulta. Entiendo que una miss, una modelo, o que un futbolista publicitario se preocupen de la percepción que de ellos tengamos, ya que su sueldo depende directamente de la cotización de su belleza, no así el de los gestores. Es más, ya existe un informe implacable que redactamos todos los ciudadanos y pueblerinos cada cierto tiempo, se llama: elecciones. Así que no sean impacientes, hagan su trabajo, cumplan con su programación, y déjennos a nosotros hacer nuestro trabajo, ya les informaremos. Pasen buen día.