ANÁLISIS

Lugares comunes

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L as abundantes previsiones pesimistas sobre la situación económica internacional se han trocado en expectativas optimistas ampliamente compartidas. Ya antes de la cumbre del G-20, las menciones a la recesión habían decrecido con inusitada rapidez en favor de la recuperación. Se ha provocado la profecía autocumplida, reforzada por una serie de indicadores sobre el restablecimiento del consumo muy leves pero verosímiles. Al menos lo suficiente como para concluir públicamente que la economía real ya no está lastrada por las restricciones impuestas por la sequía crediticia. Se ha dado la impresión de que la terapia keynesiana de repartir dinero a espuertas había sido más eficaz de lo esperado. La teoría coincidía con los hechos. El laboratorio funcionaba. Por vez primera desde hacía casi 70 años y en un mundo globalizado. Parecía que los viejos dogmas antiliberales, que exigían un nuevo modelo de regulación de los mercados, habían separado a la economía mundial de la depresión.

Los hechos bonitos se han acumulado. El dinero público saneaba los balances bancarios a cambio de transparencia y asunción de responsabilidades. La reducción del valor de los activos se transformaba en posibilidades de negocio. La inversión en 'stock' encontraba financiación mientras que la caída de la producción industrial y el aumento del paro se iban moderando. La persistente deflación dejaba paso a la ligera inflación La seguridad vencía a la inseguridad. Y todo ello se habría producido sin un país-motor que tirase de las exportaciones del resto, lo que demostraría que la recuperación proviene del propio sistema. Pero puede que dentro de muy poco el lugar común sea decir que «la recesión ha concluido, aunque la recuperación vaya a ser más débil y lenta de lo deseable». Los lugares comunes se forman siempre a partir de datos reales que son interpretados con voluntarismo. Las cifras provienen de una batería de indicadores que coinciden, desde hace muy poco, en que han dejado de bajar o que bajan mucho más lentamente o que han empezado a subir. El voluntarismo acepta más los positivos que los negativos, interpretando los primeros como la evidencia de que se ha tocado fondo. Pero como la recesión ha sido tan corta respecto a lo previsto, el rebote no puede ser sino débil y lento.