Sócrates saluda a sus seguidores en Guarda./ EFE
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Portugal elige Gobierno con el ojo puesto en España

El Partido Socialdemócrata ha sido incapaz de desgastar a José Sócrates en su campaña antes de las elecciones

Actualizado: Guardar
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En ninguna época de la historia moderna España había sido tan importante fuera de sus fronteras. Jamás nadie había votado con un ojo puesto entre Hondarribia y Tarifa, entre Finisterre y el Cabo de Gata. Pero nuestro país se ha convertido en una referencia electoral, por lo menos en Portugal. Los lusos acuden hoy a las urnas con la mirada puesta en el vecino. Sus políticos han centrado su campaña en la necesidad de diferenciarse de España, en la conveniencia o no de compartir un tren de alta velocidad, en la posibilidad de formar una unión fraternal... Aquellos gallegos que respondían al nombre de Siniestro Total fueron unos visionarios: menos mal que nos queda Portugal.

Porque, como en cada situación incierta a los largo de su devenir, el país que completa la Iberia desempolva el fantasma español. Resurge el viejo adagio sobre los limítrofes: Da Espanha, nem bom vento nem bom casamento (De España, ni buen viento ni buen casamiento). La campaña electoral para las legislativas ha caminado condimentada con ese amor-odio a todo lo que venga del otro lado de la frontera. Jamás nos dieron un voto en el festival de la canción de Eurovisión y luego todos los representantes hispanos alcanzaban el número 1 en las listas de éxitos y ventas de Lusitania.

La líder conservadora del derechista Partido Socialdemócrata (PSD), Manuela Ferreira Leite, que aspira a desalojar del poder a José Sócrates, del Partido Socialista (PS), ha intentado diferenciarse del actual mandatario de Lisboa tomando como arma arrojadiza el compromiso de su Gobierno para compartir con el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero la construcción del Tren de Alta Velocidad entre Lisboa y Madrid. Quizá debería pensar más en cambiar el nombre de su formación, porque a la hora de votar muchos de los 10,6 millones de lusos no acaban de distinguir entre PSD y PS.

«Inaceptable»

Pero lo cierto es que Ferreira Leite intenta pigmentar su natural condición gris acusando a Sócrates de malgastar el dinero en un proyecto que sólo beneficiaría a los españoles, cuando, en su opinión, debería destinarlo a las pequeñas y medianas empresas. Con el evidente propósito de hacerse con los votos del electorado nacionalista menos instruido, calificó de «inaceptable» la intervención en la política nacional del vecino casi cinco veces mayor. «No somos una provincia de España», ha gritado al comenzar y acabar cada uno de sus mítines en la última quincena.

El plan falló y en las últimas horas se ha sacado de la manga una extraña trama de espionaje al presidente, Aníbal Cavaco Silva, también conservador. Ferreira se aferró al clavo ardiendo del escándalo desvelado por la prensa y que ya ha costado el puesto al jefe de comunicación del jefe de Estado, Fernando Lima. La candidata intentó que las sospechas recayeran en los servicios de información del Estado. Pero ni por ésas. Porque los portugueses no se han visto influenciados por la estrategia suicida del PSD y los sondeos recogen que José Sócrates incluso ha salido fortalecido del affaire, con una ventaja de hasta ocho puntos.

Tanto querer huir de España cuando al final sólo miró hacia ella. La singular coincidencia argumental de Ferreira Leite con el Partido Popular es cuanto menos curiosa. ¿No se parecen el caso Cavaco con aquella serpiente de verano aireada por María Dolores de Cospedal que denunciaba que su formación era vigilada por el Gobierno de Zapatero a propósito del caso Gürtel? Ambas tramas se han disipado. Fueron sólo humo.

Sócrates, con muchas opciones de quedarse en el palacio gubernamental, respondió al caso TAV aduciendo que Portugal debe cumplir «los compromisos internacionales adquiridos», al tiempo que defendió la privilegiada relación que mantiene con Zapatero, su «mejor amigo». Y, entre gritos y exclamaciones de ambos bandos, ha llegado en momento de decidir con las papeletas si del Este llegan buenos o malos vientos.