editorial

A medio camino

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La aprobación por el Consejo de Ministros del proyecto de ley de Presupuestos para 2010 permitió aclarar ayer, al fin, en qué va a traducirse la subida de impuestos con la que el Gobierno pretende contrarrestar la fuerte merma en los ingresos y el incremento del déficit público provocados por la recesión económica.

Tras tentar a la opinión pública con mensajes ambiguos y en ocasiones contradictorios, el Ejecutivo se ha inclinado por una reforma parcial que se queda a medio camino entre los estragos que aún causa la crisis y las expectativas de recuperación. Así, aumentará el tipo general del IVA del 16 al 18% y el reducido del 7 al 8%, pero su aplicación se retardará hasta el próximo 1 de julio. Ese aplazamiento supone retrasar el impacto de una medida que no sólo contraviene el discurso más ideologizado del presidente Rodríguez Zapatero, también resulta necesariamente impopular porque el carácter solidario que el Gobierno atribuye a su proyecto presupuestario colisiona con las consecuencias de una subida del IVA que repercute en el conjunto de los ciudadanos.

Junto a ello, el Ejecutivo parece confiar, por una parte, en que el anuncio de que habrá un repunte impositivo demorado en el tiempo pueda estimular el alicaído consumo en el período intermedio; y, por otra, en que cuando llegue el momento de aplicarlo, sus consecuencias resulten menos gravosas porque se habrán ido consolidando los ‘brotes verdes’ de la recuperación. Una expectativa que el acusado declive de nuestra economía no permite garantizar hoy por hoy, especialmente cuando la estimación media de paro para 2010 sigue rozando el 19%.

Aunque el Gobierno penalizará las ganancias de capital más elevadas, el grueso de los ingresos que persiguen los cambios tributarios provendrá del IVA y del ahorro en las arcas públicas al suprimirse la deducción de los 400 euros. El fiasco de esta iniciativa, que ha adelgazado los recursos del Estado sin reactivar la demanda interna, refleja las insuficiencias e improvisaciones de una política fiscal opuesta a las exigencias de los ciclos económicos, dado que la presión impositiva se suavizó en la época de bonanza y el Ejecutivo se decanta ahora por endurecerla cuando la crisis aún aprieta.

Es dudoso, además, que las nuevas cargas tributarias y la contención del gasto público en un 3,9% basten para ir compensando el lastre de un déficit público que aunque el Gobierno espera aminorar en tres décimas, hasta el 5,4%, obstaculizará el regreso a la estabilidad fijada por la UE si la recuperación remolonea.

El Ejecutivo ha identificado sus Presupuestos para el próximo año como los adecuados para ir reequilibrando las Cuentas Públicas, lograr una mayor austeridad, asegurar la protección social y avanzar hacia el cambio de patrón económico. Pero esa cuadratura del círculo difícilmente se alcanzará con una estrategia que sigue pareciendo ir dirigida más a paliar los efectos de la crisis que a ganar terreno hacia la recuperación.