Marc y Pau cuentan con una trayectoria envidiable. Adriá va pisando fuerte. / AFP
Deportes/Baloncesto

Estirpe de oro

Los Gasol atribuyen el éxito a la educación, la protección y el sacrificio de la familia. El menor de la saga, Adrià, con 15 años y 2,02, ya apunta maneras

COLPISA. MADRID Actualizado: Guardar
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Ya acumulan seis medallas de oro con España. Cuatro Pau y dos Marc. El hermano mayor, en la plenitud de su carrera, con 29 años. El mediano, con 24. Y la saga continúa. El pequeño, Adrià, tiene 15, y también juega al baloncesto. El apellido y la altura obligan. «Cuando le miro de reojo debe llegar a los 2,02 descalzo», desvela Agustí Gasol, el padre de los campeones del mundo, subcampeones olímpicos y recientes campeones de Europa. El progenitor mide 1,95. La madre, Marisa, 1,87. Pau y Marc, 2,15. Cuestión de genética.

La educación, la protección y el sacrificio familiar en un entorno de respeto y naturalidad en el que siempre se ha respirado basket, son parte fundamental del éxito. De los hermanos Gasol, y de quienes les dieron la vida. «En cierta manera, nos sentimos partícipes, porque intentamos ayudar en lo que podemos y estamos muy próximos a ellos», apunta el padre. La fama, la gloria, esas armas con doble filo que tantos no saben digerir, no se les ha subido a Pau y Marc a la cabeza. «Si te dejas llevar por la inercia puedes tener problemas. Los éxitos hay que valorarlos en su justa medida, porque son puntuales. La vida real continúa y ellos se han adaptado muy bien a su estatus de personas reconocidas en el mundo del deporte.

El padre debió renunciar a su profesión de ATS. Su mujer, a la de médico. Todo, por acompañar a Pau hace ocho años y arroparle en su dura aventura en la NBA. Tan ingrata y desconocida en sus inicios para un chaval blanco, imberbe y delgaducho a quien no se respetaba. «Ha tenido que luchar y sufrir mucho», recuerda Agustí. Allí se fueron también con Marc y Adrià. Continúan en Memphis. «No nos importó hacer ese esfuerzo para ayudarles y apoyarles». El pequeño estudia en el mismo instituto (el Lausanne Collegiate School) en el que estuvo el ahora pívot de los Grizzlies. «No sabíamos adónde íbamos, pero sentimos que teníamos que ir con él y conseguir que Pau se sintiese como en casa en un país entonces desconocido». La decisión fue un acierto. También se lo agradecen a Marc, que no puso ningún reparo pese a tener a todos sus amigos en Barcelona. Los hermanos Gasol que triunfan con la selección son ahora un modelo para la juventud; para la sociedad en general. Más allá de títulos y medallas (suman 14 en selecciones inferiores y con la absoluta), es de lo que está más orgulloso el padre, «porque son unas personas muy normales, muy positivas, muy honestas, trabajadoras, y que dan un buen ejemplo tanto dentro como fuera de la pista, sobre todo a los chavales».

Iba para médico

«Son chicos con una actitud cercana, de trabajo y de disciplina, y con un alto nivel de deportividad y competitividad. Transmiten valores que hay potenciar entre los jóvenes». También son recogidos por el hermano menor, aunque la familia desea ir «poquito a poco» con el niño. En junio se rompió la rodilla y Adrià, «también muy trabajador», aún no tiene claro si dedicarse al baloncesto. A su edad, «nadie podía predecir dónde irían a parar Pau y Marc». Los padres también jugaron al baloncesto y sólo querían que sus hijos «practicaran una actividad deportiva con la que se lo pasasen bien y fuese un complemento para sus estudios».

La canasta ganó después la batalla a la carrera de Medicina a la que Pau sólo dedicó unos meses al no poder compaginarla con el deporte: «No sabemos si Adrià va a seguir el camino del basket u otro, pero vamos a intentar que se divierta jugando. Tiene todas las puertas abiertas. Puede jugar en Estados Unidos o en España. Ya se verá». No han realizado estimaciones sobre cuánto puede llegar a medir -podría alcanzar los 2,20- porque nunca se han preocupado por la altura: «¡Sólo faltaba estar pendiente de si avanza un centímetro o tres más!», asegura Agustí, impresionado con la imparable progresión de Pau.

Cuando la estrella de los Lakers ganó el Mundial junior de 1999 con la generación de los 80, el entonces débil, espigado y tímido Pau sólo era un secundario en aquella selección. «¡Fíjate tú! Si es que las cosas van como van. Hay gente que desarrolla su físico un poco antes y otra que va más retrasada y llega donde llega. Si es que llega». En el caso de Pau, hasta convertirse en el mejor jugador español de todos los tiempos y uno de los más grandes de Europa. Ya una leyenda.