CALLE PORVERA

las niñas góticas

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Es lo que tiene que tu papá sea presidente del gobierno. Te saltas las clases en pleno curso, disfrutas de los placeres de un viaje al otro lado del charco y ¡Dios mío, qué honor!, te codeas con Don Perfecto (alías Obama) y te haces fotos con él y su mujer en la Casa Blanca. Tamaño privilegio está vetado, como se sabe, sólo para unos pocos (en este caso pocas) a los que se presenta una oportunidad que no pueden rechazar.

Estas niñas, cuya ilusión según su padre era conocer en persona al ídolo de un país que antes estaba lleno de malos y en el que ahora todos son buenos, posaron obviamente con el consentimiento de sus progenitores para inmortalizar tan magno acontecimiento.

Lo que parecía un momento feliz, desafortunadamente, se ha tornado en conflicto cuando el gobierno yanki ha colgado en su web la simpática foto en la que aparecen los rostros sonrientes de las vástagas. Papá ZP ha puesto el grito en el cielo y ha solicitado por activa y por pasiva que no se difundan esas instantáneas, para guardar la privacidad de sus hijas menores.

Si la cara de las niñas no debe trascender, en lo que no entraré pues me parece una decisión personal de los padres, qué hacían posando para el fotógrafo oficial del señor Obama. Es más, que posen o no para mí es lo de menos; la cuestión es qué hacían exactamente allí a costa del dinero del contribuyente. En este sentido, creo que el debate se ha distorsionado por completo: lo de las caras es una mera anécdota; lo de su vestimenta imposible aún me resulta más banal (tarde o temprano se les pasará la fiebre de lo lúgubre, o al menos en eso confío cuando observo espantada a mi prima Belén). Lo grave de todo esto es preguntarse por qué si esas adolescentes estaban deseosas de confraternizar con una bandera ahora amiga, no se las llevan durante sus vacaciones y sufragándolo con cargo a la economía familiar, como cualquier hijo de vecino.