Sociedad

Fallece el escritor navarro Pablo Antoñana, Premio Príncipe de Viana en 1996

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El escritor navarro Pablo Antoñana, quien en 1996 recibió el Premio Príncipe de Viana de la Cultura, ha fallecido en Pamplona a los 81 años, tras varios meses de enfermad.

Antoñana (Viana, 1927) murió el pasado viernes y hoy será incinerado en el cementerio de Pamplona, donde tendrá lugar la despedida más íntima, si bien se espera celebrar, probablemente el miércoles, en el Patio de los Gigantes de la calle Descalzos de Pamplona un acto civil abierto de despedida, según ha confirmado a Efe Pello Eltzaburu, de la Editorial Pamiela.

Prolífico autor y colaborador en medios periodísticos con artículos costumbristas en los que recuperaba sus vivencias, había disminuido sus publicaciones en los últimos tiempos, aunque en una de sus últimas apariciones, en febrero de 2008, en la presentación del libro Aquellos tiempos, señalaba que guardaba numerosas notas y escritos.

Con su particular humor y pluma firmó numerosas colaboraciones en prensa navarra, relatos cortos y libros como Botón y fuego y otros relatos (1955), Patrañas y otros extravíos (1985), La cuerda rota (1995), Textos y pretextos (1996), Miniaturas (1999) o Aquellos tiempos (2008).

El desencanto por la evolución de la sociedad había marcado sus más recientes artículos, en los que repasaba anécdotas, gentes y tradiciones perdidas de «un tiempo que ya no existe», decía hace un año, cuando también se declaraba «fatigado».

Licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y jubilado de su ocupación laboral que le llevó a ser secretario de los Ayuntamientos de varias localidades navarras, recordaba en 2008 sus inicios en el mundo de la literatura, después de que a los 14 años escribiera un poema «a una chica a la que me parecía que amaba», decía con su particular humor.

Socio desde 1979 de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza, que en 1996 le ofreció un homenaje, en junio de ese mismo año recibió en Leyre el premio Príncipe de Viana de la Cultura 1996 de manos del Príncipe Felipe, quien en aquella ocasión tuvo un recuerdo especial para «la estirpe -dijo- que me ha precedido» en el escenario mítico de toda su obra, la República Federal de Ioar.

Antoñana decía siempre que escribía «por una especie de necesidad, para curarme de esos humores».