Brasas de toda condición

La playa se despierta a estas horas tranquila y, según se prevía, debe hacerlo también limpia. Han quedado atrás horas de fiesta, la de los sentidos, encuentros, conversación, cante y baile, en una multitudinaria reunión que pierde fuelle pero que mantiene el mismo espíritu con que se concibió: el de pasarlo bien. Y con ese objetivo, cualquier medio o pretexto vale. De carne o pescado, para golosos, en grupo o en parejas, con o sin equipación, en la orilla o al abrigo de un iglú, con los niños o con la abuela, desde Loreto o Hamburgo, oliendo a brasas o a perfume, en bikini o sudadera, maratoniana o contenida, las barbacoas dejaron una variopinta estampa entre La Victoria y el Cementerio. LA VOZ buscó entre tanta amalgama algunas de las historias que escriben la crónica de una jornada de sol a sol. Por curiosas y simpáticas, dispares y tan iguales. La narración de una velada que, aunque todos coinciden en tildar de menos concurrida que en años anteriores, cumplió su razón de ser: hacer disfrutar a sus asistentes.