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Es nuestra Historia

| Puerto Real Actualizado: Guardar
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Pasó la efeméride del comienzo de uno de los episodios más dolorosos de nuestra historia reciente. Desde que un once de julio de 1936 un avión trasladaba al general Franco desde Canarias hasta Marruecos para dirigir a la facción del ejército que se sublevaría contra la República, hasta los días de enero de 1936 en los que se bombardeó Figueras y finalizando con aquel tenebroso bando de fin de guerra, la guerra civil española fue una demostración de la capacidad humana para el horror. Se perdieron casi un millón de vidas. Y ocurrió aquí, en nuestro país, y además reciente, muy reciente.

Son muchos los escritos y libros sobre este pasaje. Desde Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie, de Juan Eslava, hasta El verano que trajo un largo invierno, de Alicia Domínguez. Una represión total en vida, bienes, cultura, pensamiento, ocupación laboral... la sensación de control fue tan violenta que los vencidos no sólo enterraron a sus muertos, también enterraron en lo más profundo su dignidad, con miedo sellaron un pacto de silencio que llega a nuestros días, y callan, prefieren callar, aún tienen miedo.

En los últimos años se pretende recuperar la identidad y la memoria de estos procesados, investigados, asesinados y encarcelados, los muertos políticos, tiene gracia, en definitiva de los vencidos. Es necesario que sus nombres no se borren. Pero son muchos los obstáculos y las personas que no están interesados en recuperar ese capítulo de nuestra historia. No se dan cuenta de que en aquella guerra se enfrentaron hermanos contra hermanos, vecinos contra vecinos. Se delataron, se fusilaron unos a otros. No debemos estar orgullosos de nuestra cacareada raza española, deberíamos bajar la cabeza después de ser protagonistas de unos hechos aterradores y rastreros. La recuperación de la memoria histórica no sólo es necesaria para recuperar los cuerpos de los muertos, sino para reconocer con arrepentimiento lo que fuimos capaces de hacer y recuperar con honestidad la posibilidad de enseñar a nuestros hijos lo que no debe volver a producirse. Los que se oponen, sin duda lo hacen por vergüenza, para seguir ocultando la miseria de sus antecesores. Si toleramos esto, la historia podría volver a repetirse. Esta es mi verdad, cuéntame la tuya.