CALLE PORVERA

elegancia con pasión

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La elegancia es una de las pocas cosas con las que estoy convencida que uno nace, y por mucho que quiera morir en el intento si no ha sido tocado por la Gracia Divina jamás llegará a alcanzarla. Aunque el vocablo abarca muchas formas de ser y, sobre todo, de estar y presentarse ante la vida, hoy me toca referirme a esa elegancia estética, visual, de las formas y que se presta a observar y ser admirada. En una época en la que eso del buen gusto parece anticuado y en la que los personajes más adorados rezuman grosería, cuánto se puede llegar a valorar a alguien que se salga del patrón establecido.

Ella, la Pasión Vega que me encandiló en su recital del pasado jueves, es una muestra de esa elegancia que ya no queda no sólo en sus palabras, sino sobre todo en su forma de moverse, en su vestuario y en su manera única e inconfundible de cantar. A esta artista no sólo hay que agradecerle que presente un espectáculo alejado de la horterada que en muchas ocasiones va inherente al mundillo coplero, sino también que haya logrado hacer revivir una de los baluartes de nuestra tierra, tan olvidado por las nuevas generaciones. Y es que en el concierto además de maduritos se dejó ver mucha gente joven, que disfrutó de un repertorio de temas antiguos, de esos que no pasan de moda y han acompañado nuestro camino desde que nacimos.

Esa voz, que demostró ser capaz de cantar «lo que le echen», se aleja de los quejíos artificiales y sobreactuados de algunas tonadilleras, acompañada de una puesta en escena sencilla pero atrayente, con unos trajes que insinúan pero no enseñan, y nada tienen que ver con las rancias batas de cola (con todos mis respetos, para aquellos a los que les guste). En definitiva, un regalo para la vista y los oídos que recomiendo al que tenga la menor ocasión de acudir a alguno de sus conciertos.