CÁDIZ

La clave de la Facultad

Pieza fundamental en el funcionamiento de Filosofía y Letras

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Joaquín es un ser intuitivo, sensible y sentimental. Posee una notable capacidad innata para acertar en sus diagnósticos y en sus previsiones; atina cuando, sin necesidad de consultar a los meteorólogos, nos anuncia el calor o el frío, la lluvia o el viento, pero sobre todo, cuando nos previene de posibles cambios atmosféricos en el «universo universitario».

Yo tengo la impresión de que esta aguda visión profética está avalada y desarrollada por la dilatada experiencia que ha adquirido en el privilegiado puesto de observación que, desde antes de su creación, ocupa -ojo avizor- en nuestra Facultad de Filosofía y Letras.

Desde allí ha contemplado cómo, por ejemplo, alumnos imberbes o barbudos, rapados o melenudos, dóciles o revoltosos, conservadores o revolucionarios, provenientes de las diferentes poblaciones de nuestra provincia y de los distintos barrios de nuestra ciudad, han ido cambiando sus peinados, han sustituido sus atuendos y, sobre todo, han renovado sus ideas, sus actitudes y sus comportamientos.

Él disfruta y hasta siente cierto orgullo cuando advierte cómo algunos de aquellos chavales que, intimidados, acudían por primera vez a la Universidad, ahora son profesores, catedráticos, decanos o vicerrectores.

Hombre detallista, responsable y eficaz -aunque ya peina algunas canas- conserva el mismo aspecto juvenil, igual disposición servicial e idéntico sentido del deber que cuando allá, en 1981, ingresó en la Universidad.

Desde entonces, a pesar de su modestia, sus compañeros, los alumnos y los profesores lo consideramos como una pieza imprescindible en el normal funcionamiento de nuestra Facultad.

A él acudimos todos cuando no funcionan esos pormenores imprescindibles para la buena marcha de un mecanismo tan complejo como es una facultad universitaria. Además de perspicaz, es tan sensible que, sin necesidad de que se lo expliquen, no sólo detecta el estado de ánimo de sus compañeros y de los que transitan delante de su garita, sino que sintoniza con ellos, se alegra con los triunfos y sufre con sus derrotas.

Quizás en esas circunstancias radique el origen de su sistema de alarmas extraordinariamente sensible y desarrollado, la clave de su fina sensibilidad para captar sonidos y para interpretar melodías, la explicación de su singular delicadeza para acertar con los tonos emotivos adecuados, cuando expresa la gratitud, la admiración, el dolor, cuando solicita ayuda y, sobre todo, cuando ofrece generosamente sus servicios.

Joaquín, un hombre apasionado, sencillo, deportista y respetuoso, es un animador nato que, con su guiño algo pícaro y desdramatizador, se empeña por alegrarnos transmitiéndonos unos diáfanos mensajes de alegría y de esperanza.