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Una paga por la misma cara

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A tención, pregunta. ¿Es usted empleado del SAS? ¿Trabaja usted como médico, enfermero, celador, auxiliar de quirófano o quizá como pinche en la cocina de un centro público de salud? ¿No? Pues sepa que es usted un paria, un pringao. Porque si trabajara allí, tendría el chollo del que disfrutan desde hace seis años, seis, los empleados del Servicio Andaluz de Salud, que cobran una paga extra anual simplemente por acudir a su puesto de trabajo y cumplir sus obligaciones. Así, tal como suena. Complemento al Rendimiento Profesional se llama la cosa. Y no es pecata minuta. Hasta 13.000 eurazos se puede embolsar un médico por contraer méritos tales como cumplir los horarios o llevar bien la plaquita identificativa. La llevas colgada en la solapa, cobras. Se te olvida en casa, no cobras.

Argumentan las cabezas pensantes del SAS, ese perfecto organigrama en el que jamás te hacen esperar meses para pasarte consulta ni te despachan en cinco minutos cuando al fin te atienden (esto último es una experiencia personal), que se trata de incentivar la productividad, de mejorar el rendimiento. Y que además también es sancionador, ya que si no cumplen se les resta. Cierto es, pero es un argumento perverso, ya que esa sanción debe aplicarse, en tal caso, sobre el salario base, no sobre un plus con el que se pretende mejorar el rendimiento. Mejorar, la propia palabra lo dice, no es simplemente cumplir.

Ese objetivo de mejorar, qué duda cabe, es fantástico. El camino para llegar a él, lamentable. Pagar a un trabajador -con dinero público, ojo, con sus/mis impuestos- es simple y llanamente, una indecencia. Si alguien no llega a trabajar a su hora, o no se identifica, o no trabaja bien en equipo, se le sanciona. No se le paga un extra por hacerlo bien. Manual básico de gestión de equipos. Tan obvio que resulta insultante. Busque usted una empresa privada en la que ocurra algo similar. No la hallará. Encontrará miles de ejemplos de incentivos por alcanzar objetivos, pero nunca por acudir al trabajo y no cogerse una baja por una gastroenteritis.

Lo que están haciendo desde la Junta de Andalucía es vergonzante. No tiene excusa. Y plantea además una cuestión preocupante. ¿Cómo sería la atención a los que diariamente acuden a los hospitales si no se pagara ese complemento extra? Mejor ni pensarlo.

GAMBERROS, SÍ GAMBERROS...

Otro asunto. ¿Leyó usted la noticia de la banda de jóvenes detenidos? Eran unos gamberros. Y realizaron actos vandálicos por todo Cádiz durante tres años. Eran unos gamberros, y robaron en no sé cuantas empresas. Eran unos gamberros, y reventaron una clínica. Eran unos gamberros, y se colaron en un concesionario para disputar un rally dentro y dañar 24 coches. Eran unos gamberros, y destrozaron farolas, bancos, contenedores y demás mobiliario urbano. Eran unos gamberros, y robaban ruedas de coches nuevos para ponérselas a los suyos. Eran unos gamberros, y provocaron incendios que dejaron a 40 familias en la calle. Eran unos gamberros y han causado daños por valor de 100.000 euros.

Eso no son gamberros. Son presuntos delincuentes, con todas sus letras. Y presuntos malhechores. Y presuntos criminales. Y presuntos bandidos. Y presuntos lo que a usted le dé la gana. Además de auténticos hijos de la Gran Bretaña.

Encima se derrumbaron cuando la Policía los trincó. Se vinieron abajo y empezaron a chivarse unos de otros. Igual en el Instituto le cascaban a los chivatos. Y ahora lo son ellos. Cuando sus gamberradas, producto de unas chinas y unas litronas, fueron descubiertas y se vieron en los calabozos, se vinieron abajo. Llegaron las lágrimas y los arrepentimientos. No cuando destrozaron su medio de vida a varios trabajadores. No cuando vieron las fotos de los desalojados contemplando sus viviendas calcinadas. No. Cuando los cogieron. Hasta entonces se pavoneaban en el barrio. Miraban por encima del hombro a los pringaos que no se atrevían a hacer lo que hacían ellos. Menuda papeleta tienen los padres de estos delincuentes. Perdón, gamberros.