LA RAYUELA

Los chicos con las chicas

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Hubo un tiempo, ya lejano, en que los chicos y las chicas estudiábamos separados, en colegios distintos. Pero, casi de repente, una primavera llegó la modernidad de la mano de los turistas, el seiscientos, la tele y el Concilio Vaticano II. Llegaron los Beatles, los Rolling y los Bravos cantando «los chicos con las chicas deben estar, las chicas con los chicos han de vivir...» Y el muro cayó sin estruendo, los colegios se hicieron mixtos y todo fue un poco menos espeso y casposo, más limpio y normal. El paso a la educación mixta fue entendido por la inmensa mayoría como parte de la normalización que culminaría en la llegada de la democracia. Lo anormal, lo patológico era aquella separación por sexo cuya justificación nadie ha argumentado, hasta ahora, con razones pedagógicas. Las razones de entonces nunca se explicitaron, formaban parte de lo que se sobrentendía de una dictadura que hacía de las convicciones religiosas leyes o normas de obligado cumplimiento.

Personalmente lo entiendo, por que cuando era pequeño asistió a nuestra clase durante unos meses una chica algo mayor que el maestro sentaba a su derecha. Los chicos tirábamos una y otra vez el lápiz al suelo para poder verle las piernas. De aquella escuela salimos, aparte de un poco tarados para relacionarnos con normalidad con las chicas, con muchos prejuicios machistas.

Sin embargo, cuarenta años después, se vuelve a auspiciar aquella educación segregadora que creíamos enterrada para siempre. Varios medios, entre ellos La Voz de Cádiz, se hacía eco esta misma semana del debate social que suscita. Intento entender las razones de quienes la defienden ante la amenaza de perder los Conciertos educativos con los que todos los contribuyentes pagamos algunos de esos colegios. Aunque la verdadera razón sea la de siempre, el miedo al sexo, se arguye que es por el bien de los chicos, que solos rendirían más al no verse perturbados por las dichosas hormonas. ¡Pobrecitos ellos, víctimas una vez más de la pérfida serpiente, tan discriminados como están en este mundo de mujeres!

Y han echado mano de las estadísticas para probar su aserto: las chicas sacan mejores notas y repiten menos en Secundaria y Bachillerato. Cierto, ¿y qué? ¡Que estudien más! que se esfuercen como hacen ellas. Es fácil comprender que la formación y la educación son algo más amplio que el aprendizaje, que los chicos no están en la escuela tan sólo para aprender matemáticas o lenguaje. Están allí para completar su socialización, para convertirse en personas maduras, solidarias, tolerantes, morales y demócratas, y para aprender unas habilidades, conocimientos y tecnologías que les permitirán realizarse profesionalmente en el futuro.

Además del poco rigor, incluso de la frecuente manipulación de datos y estadísticas que suelen utilizarse en su defensa, la principal trampa del argumento es sobreponer el rendimiento (en el hipotético caso que fuera así) al desarrollo humano. Y segregar a las chicas «por su bien», ya sabemos cómo: con una educación orientada a la perpetuación de los roles tradicionales de subordinación de género.

No me gustan los colegios privados que practican tanto el apartheid social como el de género, estilo Opus Dei, pero nada tengo que objetar legalmente. Sí, en cambio, contra la subvención con dinero público de unos Conciertos que vulneran las leyes educativas y el espíritu de la Constitución.