así lo veo

Como no teníamos bastante, ahora las cajas

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La reestructuración del sector financiero español apremia, sobre todo en lo que a las cajas de ahorros se refiere. El gobierno no puede esperar a verlas venir. Por una vez debiera anticiparse a los acontecimientos. El economista jefe de la OCDE ha manifestado que las cajas de ahorros españolas constituyen un sector de riesgo, debido fundamentalmente a su sobre exposición al crédito inmobiliario. Desgraciadamente ZP ha paralizado la pretendida reforma impulsada por el Banco de España, que era avalado por el ex Ministro de Economía. La idea planteada pretendía la privatización de las cajas, convirtiendo las cuotas participativas en acciones abiertas al sector privado y por ende a la propia banca. Se terminaba así con la restricción existente hasta la fecha de los derechos políticos de los tenedores de dichas cuotas. Ello hubiera supuesto alcanzar dos fines más que deseables: 1º. Posibilitaba realmente la captación de recursos propios, es decir, se capitalizaban de forma natural, y 2º. Se reducía el peso de las instituciones públicas en las entidades, con lo que se conseguía una vieja aspiración de muchos, la despolitización de las mismas.

El problema de fondo que subyace con las cajas se circunscribe a un problema de identidad. La vida y los hechos económicos de los últimos treinta años en nuestro país, han desdibujado los perfiles institucionales de las cajas. Tan exacerbado ha sido, que las mismas han quedado huérfanas de identidad, lo que implica a su vez problemas de legitimación de las mismas en el ámbito de la toma de las decisiones financieras. Con este análisis llegamos a la justificación del planteamiento pretendido por Fernández Ordóñez, en el que se exteriorizan los dos grandes problemas que afectan a las cajas: la brutal injerencia política en sus decisiones y las especiales dificultades de capitalización.

Realmente nadie sabe lo que hoy son las cajas, por supuesto tampoco sus gestores. Sin duda se han desconectado de su antigua base fundacional y mutualista. En otros países se ha optado por clarificar su actual naturaleza jurídica, privatizándolas o publificándolas. Nuestra peculiar tibieza, el miedo escénico de nuestros gobernantes a tomar decisiones, hacen que se encuentre en el limbo financiero. Para empezar se desconoce la auténtica propiedad de las mismas, lo que es contradictorio y contraproducente en una economía capitalista, ya que en ésta es el titulo de propiedad el que legitima las decisiones del empresario. Cuando esto se desdibuja, se difumina, no se actúa con eficacia en la toma de decisiones, a la vez que se producen ineficiencias en la asignación de los recursos. En ésta se ha demostrado el mayor vigor y rigor de los bancos sobre las cajas. La aseveración de la afirmación es fácilmente explicable, los bancos españoles son de propiedad privada y su «especial» grado de solvencia se ha debido a su alto grado de capitalización. Las cajas no pueden decir ni una cosa, ni la otra. La reestructuración del sistema financiero es una necesidad inaplazable. La primera medida a adoptar es quitar el querido y ansiado juguetito que tantos políticos, sindicalistas y representantes de organizaciones patronales tienen en sus manos, que seguro existen otras mucho más doctas que las encaucen por la senda de la eficacia y eficiencia en la gestión.