Raúl y Borja Valero luchan por el balón. /EFE
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Ridículo blanco para cerrar la temporada

El Real Madrid se despide de su afición encajando una goleada ante el Mallorca

| COLPISA. MADRID Actualizado: Guardar
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Real Madrid y Mallorca protagonizaron un partido que supuso el certificado de defunción del proyecto Boluda-Juande. Los blancos encadenaron su cuarta derrota consecutiva. La goleada frente al Barça terminó con las aspiraciones merengues en la Liga y fue el pistoletazo de salida para el derrumbe blanco. Desde entonces, los madridistas se dedicaron a deambular por los terrenos de juego más preocupados por los rumores de altas y bajas que en jugar al fútbol. El Mallorca logró una plácida e histórica victoria que eleva a los baleares como el único equipo capaz de derrotar a azulgranas y merengues esta temporada deportiva.

Aroma a trofeo de verano. Eso fue lo que se respiró en el Santiago Bernabéu ayer. Fue un choque de despedidas. Cannavaro dijo adiós a la que fue su afición durante tres años, acaso también de Juande Ramos, quien ya vislumbra el banquillo merengue como parte de su pasado. Boluda hacía lo propio con el sillón del palco. La falta de tensión por la intranscendencia del choque se notó en la falta de presión, más allá de la ejercida durante los primeros minutos de decoro. No había un dominador claro, porque ninguno de los dos conjuntos se esforzó al máximo. El Mallorca golpeó primero con una falta de Arango que despejó Casillas. El Madrid respondió con una falta lateral que cabeceó Higuaín a las mallas para sumar su tanto número 21 en Liga. El gol fue la recompensa al sacrificio del argentino, único jugador local que desbordaba y que ofrecía un desmarque a sus compañeros. El hambre del pipita es insaciable y tuvo en sus botas sentenciar el partido en un par de ocasiones.

El Mallorca no se arrugó y cinco minutos después de encajar el gol, Aduriz inició una galopada ante la pasividad de la zaga blanca que culminó Arango con un remate raso que batió a Casillas. El empate sentó mal al Real Madrid. Los de Juande Ramos recularon en exceso y confiaron su suerte a una contra de Robben. El holandés estuvo muy intermitente. Intentó un par de jugadas y al no salir exitoso, se borró del encuentro. Lo mismo que Van der Vaart, desaparecido en el partido.

Golazo

En la segunda mitad el Madrid salió de paseo, sin disimular la apatía y desidia que le provocaba el partido. Cedió toda la iniciativa a los de Manzano que pululaban por el área de Casillas. La dejadez local irritó a la afición blanca que empezó a silbar a sus jugadores. Quizás para dejar de escuchar las protestas del Bernabéu, el de Pedro Muñoz retiró a Cannavaro. Los pitos se transformaron en aplausos de agradecimiento. Pero lo mejor del choque estaba por llegar. Y vino de las botas menos esperadas. Cléber Santana -mediocentro defensivo desechado por el Atlético- recogió el balón en el centro del campo, se marchó por velocidad de Van der Vaart, dribló a otros dos rivales y picó el esférico con suavidad por encima de Casillas. Golazo.

Al Madrid no le atacaron los nervios. La afición se cansó de chiflar. Pero el Mallorca no quería desaprovechar la oportunidad de una histórica victoria en el Bernabéu. Keita, recién entrado al césped en sustitución de Aduriz, demostró una vez más la negligencia de la defensa local y fusiló al cancerbero madridista con un zapatazo que se coló por la escuadra. El hastío de los jugadores blancos siguió patente. No hubo ni un atisbo de reacción, de orgullo o de casta. Nada de nada en el Bernabéu.