Editorial

Protagonismo europeo

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E l inicio de la campaña electoral para el Parlamento europeo obliga a llamar la atención sobre la sombra abstencionista que nuevamente se cierne sobre la Cámara de Estrasburgo y, en definitiva, sobre la legitimidad social de las instituciones de la Unión. La convocatoria de unos comicios para la elección directa de los representantes nacionales en el legislativo que agrupa a los 27 no parece un reclamo suficiente para motivar la participación ciudadana en torno al proyecto europeo. La afluencia de votantes en los referendos sobre el proyecto constitucional fueron ya esclarecedores respecto a esa mezcla de indiferencia y escepticismo que lastra la construcción de la UE. Sería ingenuo y voluntarista considerar que la distancia a la que los europeos contemplan sus instituciones comunes puede acortarse mediante unas cuantas acciones oportunas en vísperas electorales, o a través de un insistente trabajo de sensibilización social. La paulatina cesión de atribuciones a las instancias europeas por parte de los poderes nacionales no ha contado con el reconocimiento consiguiente de que el centro de gravedad en la solución de los problemas económicos, ciudadanos e internacionales se ha ido desplazando hacia las primeras.

Los gobiernos y partidos nacionales se resisten a ceder en protagonismo político lo que han cedido ya en competencias hacia la Unión. Mientras el europeismo de los españoles descansa en la consideración de Europa como referencia para la validación de nuestro tránsito a la democracia, es necesario entender las reservas que en muchos otros países se mantienen respecto a la UE. Por justo que sea reclamar de las instituciones europeas el esfuerzo necesario para su propia legitimación, es obligado reconocer que ésta depende en lo fundamental de la cesión plena de atribuciones y protagonismo que se esté dispuesto a realizar desde las esferas políticas nacionales. Es posible que la relevancia que están adquiriendo el presidente Zapatero y Rajoy en la campaña para las elecciones del próximo 7 de junio sirva para movilizar a sus respectivos electores. Pero en tanto que ello se produzcal en clave estrictamente nacional y mediante descalificaciones mutuas no servirá, en ningún caso, para dar crédito al Parlamento de todos los europeos.