el jeme

Mari y Pepe

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En Cádiz, el Rocío se llama Mari Reyes y Pepe Cuadrado, bueno en realidad muchas cosas buenas se llaman Mari y Pepe. Ellos organizan cada año, desde hace veinticinco, el Rocío de los que se quedan, la romería de El Sotillo. Una convivencia que llena Cádiz con las sonrisas y la alegría de cientos de personas, casi mil, la inmensa mayoría mujeres, que probablemente nunca irán al Rocío pero que gracias a ellos lo viven intensamente durante un día.

Pepe y Mari son, por encima de todo, una ONG de la cabeza a los pies, ellos solos organizan este enorme tinglado que mueve a casi mil personas y destinan hasta el último euro que sobra, después de pagar los gastos, a ayudar a los demás a través de la Fundación Dora Reyes, a la que también van íntegramente las veinticuatro horas de ambos. Pepe lo hace con el entusiasmo de un chaval, la responsabilidad de un padre y la generosidad de un abuelo. Mari, es puro ángel.

A quien no le han preguntado en Cádiz: ¿de qué te conozco yo a ti? ¿Tú bailas en Mari Reyes? Una sonrisa, una palabra o un abrazo de Mari devuelven la alegría a mucha gente. Un rato de escucha atenta y sentida de problemas ajenos que se sienten como propios, una gestión entusiasta ante cualquier administración, empresa u organismo, un poco de dinero para el recibo de la luz, para el alquiler, para comida, para medicinas o para lo que se necesite, por parte de Pepe, devuelven la esperanza a mucha gente.

No llegué a conocer a Dora, la hermana de Mari, pero si era como ella, debió ser excepcional. Tras más de diez años, la Fundación Dora Reyes cuenta con cuatrocientos socios, pero debieran ser cuatro mil, porque cada euro que se entrega se convierte en ayuda para quien lo necesita. Aquí no hay gastos de gestión, ni de organización, aquí la gestión y la organización se llaman Pepe Cuadrado y sus colaboradores, entre los que se cuentan mucha gente solidaria y generosa y también bastantes empresas gaditanas.

El martes volverán a llenar autobuses de ilusión, el miércoles volverán a repartirla en la Fundación y en el baile y el jueves, el viernes y el resto de los días estarán, como siempre, a disposición de cualquiera que los necesite, porque en realidad ni Mari se dedica a dar clases de baile, ni Pepe a tratar de encontrarle trabajo a quien lo necesita, ambos trabajan repartiendo felicidad, cariño y esperanza.

No bien se bajen del autobús el martes por la tarde, empezarán a preparar el encuentro anual de amigos de Dora, que congrega a cientos de personas en una cena benéfica, en la que como por arte de magia, que en realidad es arte de Pepe y su gente, aparecen empresas que regalan el marisco, otras que aportan la megafonía, una legión de jóvenes que colocan mesas, sillas y manteles facilitados por otra empresa, hasta conseguir dar de cenar a muchísima gente que colabora con su presencia.