Andrés calamaro, cantante

"Mis olvidos son mucho más interesantes que mis memorias"

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Sería muy fácil decir que Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961) no es una persona cualquiera. Decir que es un hombre pegado a un micro, un piano, una guitarra. En los recitales suele citar versos del Martín Fierro de José Hernández o letras de viejos tangos que viven en la voz de Gardel. Siempre en constante proceso de autorreciclaje, vierte vino añejo en odres nuevos y renueva sus propias composiciones una y otra vez. Le gusta definirse como cantor. Un trovador que va al mundo, donde también van las coplas. Y el mundo comienza este año en la provincia de Cádiz, en Jerez, donde el sábado actuará con la banda que ya le acompañó el año pasado. Será su primer concierto de 2009 tras siete meses sin pisar las tablas. Con él comenzará una nueva gira que le llevará también a Barcelona, Sal amanca, San Sebastián y Madrid. Posteriormente, saltará a México, donde dará cinco recitales antes de volver a Buenos Aires donde cerrará el mes con dos actuaciones. Desde hace tres semanas, sus seguidores pueden comprar Andrés. Obras incompletas (2009), una caja que contiene 109 canciones en seis cedés, 54 pistas inéditas, dos DVDs y un libro. Casi una salmonada, nueve años después.

–Tal y como está la industria musical, ¿por qué sacar al mercado tres discos recopilatorios junto a otros tres con material nuevo para el oyente junto con dos DVDs?

–Se debería separar el mercado y la música. Porque ésta no se compra en aquel. En el mercado se va a por la carne. Como público y como cantor me merezco más que pensar en la música como en algo que las mareas del mercado me traen o no hasta mi espíritu, hasta mis orillas.

–¿No teme a al piratería?

–Es un tema delicado. Las descargas de internet son como el sexo. Si se hace por mutua voluntad, es un placer, incluso amor, y hasta se pueden tener hijos. Pero en otro caso, es violación y es un delito. Hay que terminar de una vez por todas con el mito de que internet es gratis. Es un gran negocio para las multinacionales de telefonía, para los fabricantes de ordenadores y un escaparate para la publicidad que cada día crece en importancia. Gracias a la música vamos a ser testigos de una nueva burbuja en internet. Mucha gente se vale de ofrecer mis discos gratis con la esperanza de que llegue Bill Gates o Polanco y le compre su sitio en la web y convertirse en el próximo millonario gracias a internet. Ya pasó con Napster en los noventa, también con Youtube. Esto puede dar al traste con algo que no sólo es industria. Grabar es una tradición. Conocemos a Miles Davis, a Camarón y a Carlos Gardel a través de los discos.

–¿A qué obedece la estética soviética de esta caja de seis discos, dos DVDs y un libro?

–Es una de las revoluciones con una estética más plástica. La soviética fue una revolución con escuela de diseño propia. Y añadiría que me parece un ademán posposmoderno. No lo he utilizado con sarcasmo. Además, ¿qué otra estética revolucionaria podría haber elegido? Sendero Luminoso no me resultaba suficiente para una caja con seis discos y dos DVDs.

–En la caja se incluyen 54 canciones inéditas, ¿son la historia de algo que pudo haber sido?

–Podría decir que sí. He hecho un balance de diez años en los que viví grabando y grabé viviendo. Y para que el retrato estuviera completo tenía que compartir estas canciones que no formaban parte de mi hoja de ruta discográfica. Las colaboraciones, la vanguardia, la grabación experimental, ...

Diez años de canciones

–¿Cuándo quedaron registradas en el estudio?

–Me gusta decir que pertenecen a un periodo que va de 1997 a 2007, aunque hay algunas que son un poco anteriores y que formaron parte de las maquetas de lo que luego fue Alta Suciedad (1997).

–Otra vez decenas de canciones nuevas bajo un sólo título. ¿Hay similitudes con El Salmón (2000)?

–Bueno, El Salmón se grabó en tres meses y después hubo otros tres para curar el jamoncito. Este es un disco de otra naturaleza que, evidentemente, también comprende la época de grabación de este quíntuple álbum. Es el título menos representado porque El Salmón fueron 103 canciones y con Andrés. Obras incompletas hablamos de 109 pistas. Pero el salmón está acostumbrado a ir en contra de la corriente y a sobrevivir.

–Desde la publicación de Honestidad Brutal en 1999 a hoy ha publicado 243 canciones de estudio (sin mencionar los directos y las colaboraciones). ¿Cómo se puede ser tan prolífico?

–La verdad es que no lo sé. Yo no me levanto de madrugada para salir a grabar canciones todos los días. Hubo un periodo de mi vida en el que quería grabar y grabar y estaba dispuesto a renunciar a muchas cosas para hacerlo. Me parecía interesante y divertido. Aproveché la oportunidad para vivir sin compromisos. Hay gente que elige un día de la semana para hacer cosas así. Mi fin de semana perdido fueron cuatro o cinco años a la bartola y acabé con muchas canciones grabadas y escritas.

–¿Es el Calamaro de Honestidad Brutal y El Salmón distinto al de hoy?

–Somos la misma persona, pero es diferente. Como intérprete, siempre intentaré mejorar. Algunas constumbres cambian. Me deshice de ciertos vínculos hipotecarios. Y la verdad es que el tiempo me trató bien a pesar de mis excesos en el pasado.

–A lo largo de toda su carrera es fácil encontrarse con temas recurrentes. Por ejemplo, el cansancio de la espera.

–A nadie le gusta esperar. A mí no me gusta ni en la cola de la carnicería. Supongo que es un trastorno derivado de la ansiedad que debe afectar a la mitad de la población mundial.

–El olvido...

–El olvido es el remedio para la nostalgia. Lo dije en una de mis canciones: «Entre recordar y entre olvidar, me quedo con las dos cosas» –de Las dos cosas, del álbum Honestidad Brutal–. No quiero vivir en la nostalgia ni lo necesito. Creo que mis olvidos son más interesantes que mis memorias.

–La búsqueda...

–Picasso decía que hay que encontrar sin buscar, era un espontáneo.

–Borges escribió que había que buscar por el mero placer de buscar y no por encontrar.

–Es verdad. Si lo dice Borges, lleva razón. Jamás le discutiría nada a Borges. Lo importante no es la búsqueda, sino el camino.

–El Palacio de las flores (2006) suena distinto al resto de su carrera, además de una colección de recuerdos de juventud tiene cierto deje optimista, pero no funcionó tan bien como otros discos. ¿La alegría no vende?

–No sabría qué contestar. Estos últimos años fueron un poco caprichosos, pero el cliente nunca tiene razón. Es un álbum incomprendido que pertenece a una élite de privilegiados. En él se encuentran, sin duda, algunos de mis mejores textos, como son Mi bandera, El punto argentino o El tilín del corazón. En Obras incompletas se incluyen tres pistas de este disco y será una segunda oportunidad...

–... para esas canciones.

–¡No, para el público! Para que las conozca y llegue a apreciarlas.

–¿Cómo es la banda que le acompaña en esta gira que arranca mañana en Jerez?

–Es la del año pasado y en Jerez nos estrenamos. No tocamos desde octubre.

–¿Qué verá el público sobre el escenario mañana?

–El público va a escuchar una descarga de guitarras y canciones de mucha intensidad. Y verán unos señores que aparentan menos edad de la que tienen.

jlopez@lavozdigital.es