UNA FÁBULA

Un paseo a través del humo

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Imaginen una densa nube de niebla. Por lo menos, es lo que pensamos al principio que es: una capa de bruma exhalada desde las branquias de la Bahía. Pero, según nos acercamos y, sobre todo, entramos en contacto con ella, comprobamos que esas partículas de agua condensada no proceden de las marismas ni del amanecer sino de algún fuego cercano. Huele a chamusquina de papel y el hedor es agrio, por lo que hablamos de hojas de periódico. Era humo, por lo tanto, y ninguna niebla matutina que mute a tarde de paseo.

En la hoguera chisporrotean resmas de noticias que, apenas ayer, avivaron alguna esperanza. Cada cual puede creer en lo que quiera, le convenga, desee, acepte, acate, sueñe, compense o desconfíe. Si ayer nos dijeron que los 20 países más poderosos del mundo iban a solucionarnos la paga de fin de mes, hoy nadie recuerda en qué se quedó aquella refundación del capitalismo; si ayer abrieron los periódicos con un plan de reactivación económica para pequeñas y medianas empresas, esta misma mañana ha colgado el liquidación por cierre la tienda de mi esquina; si ayer nos quisieron convencer de que el cierre de Delphi era lo mejor que nos podía pasar porque vendrían empresas a puñados que duplicarían el trabajo que daba la multinacional, hoy seguimos encadenando cursos, al fin se empieza a vender la maquinaria; si ayer nos prometieron el pleno empleo; hoy batimos records en número de parados.

El humo es sólo la última manifestación de una realidad que arde. No vale nada, es aire sucio. No hagan caso a los vendedores de humo. Sólo a la niebla.