UNA FÁBULA

Calles con dos nombres

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Imaginen que Cádiz sea de verdad una ciudad turística. Tampoco es pedir tanto, ¿no? Para empezar, habría que reclamar que no sea como hasta ahora, con esas ganas de agradar que ofrece (la intención es buen primer paso pero sin un segundo sirve de muy poquito), con esa playa urbana envidia de medio mundo, con esa historia envidia del medio mundo restante y con unas condiciones climatológicas envidia del mundo entero. Pero claro, luego vienen miles de cruceristas y sólo centenas se quedan a pasear por calles desiertas, entre locales y cocinas cerradas (o no abiertas aún, que es peor), desinformación generalizada y ciclomotores rozando a toda mecha los calcetines en las chanclas.

Supongo que las autoridades saben lo que tienen que hacer y a mí no me han pagado para hacer recomendaciones. Por si acaso (por si las autoridades continúan buscando el grial), podríamos comenzar por desterrar ideas localistas y pensar que Cádiz puede ser un complemento ideal (cultural, de ocio o de lo que sea) de unas vacaciones en el Novo Sancti Petri y no necesariamente un único destino que dice ofrecer un todo que no aporta.

O adentrarnos en el mundo del espectáculo y aprovechar ese regalo promocional que U2 le ha hecho a la ciudad situándola en el primer plano de la canción más importante de su último disco. Si Nueva York (de la que los irlandeses sólo se acordaron para cantarle a Billie Holiday en Angel of Harlem) les ha puesto una calle, aquí se podría hacer algo por el estilo, aunque ir más allá y ofrecer una a cada miembro del cuarteto y que el ficus del Mora sea The Joshua Tree. Por ejemplo.