AL AIRE LIBRE

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Vivimos en la época del pensamiento etiquetador. Tal modo de pensar, que es más bien un modo de no pensar, consiste en atribuir a priori a alguien un calificativo con el que pueda ser fácilmente identificado. De este modo, cuando a ese individuo se le ocurra manifestar una opinión o sostener una toma de postura ante algo, la etiqueta previa funcionara a modo de aviso: ¡ojo! Que este señor es A, y como es A todo o que diga gozará ya de mayor credibilidad, porque este señor del grupo A pertenece a los que siempre tienen razón. Así podrá ir por la vida de infalible, y será consultado sobre los más diversos temas, sobre los que siempre tendrá algo que decir, aunque en realidad no diga nada. Si por el contrario se nos atribuye una etiqueta negativa, negatividad definida dogmáticamente por el pensamiento dominante, ya podrá el fulano salvar media humanidad de la catástrofe que siempre habrá un pero.

Este esquema de funcionamiento, impuesto por la progresía ambulante e iletrada, se complementa con el pensamiento disyuntivo, en base al cual o eres una cosa u otra, sin termino medio. El arco iris de los matices y la complejidad del pensamiento se reducen al blanco y al negro, sin tonos intermedios. De este modo tenemos una sociedad de buenos buenísimos (mimados y protegidos por el pensamiento oficial del régimen de lo políticamente correcto, léase progres) y de malos malísimos, salidos de las caverna y del atraso, que quieren maniatar la humanidad con cordeles de hierro (este es el enemigo a batir en la nueva cruzada de liberación).

Viene esto a cuento porque el otro día, con otros contertulios, fui invitado por una emisora local a hablar sobre el nuevo obispo de Jerez, Don José Mazuelos. La presentadora, que previamente había reconocido a micrófono cerrado que de estos temas no andaba muy fina, fue conduciendo el diálogo aceptablemente, hasta que lanzó su pregunta/trampa estrella, para pillar al personal: ¿El nuevo obispo es conservador o progresista? Yo intenté hacerle ver que esta pregunta, además de trampa, implicaría previamente fijar el significado lo más correcto y técnico posible de estos dos vocablos. Ahí empezó un poco la sublevación de la presentadora, que pretendía una contestación inmediata y simple, y como tal tramposa y falsa. Al final, y quizá un poco mosqueada porque la etiqueta preparada para Mazuelos no fue finalmente pegada, me tildó de polemista. Estaba claro que alguna etiqueta había que colocar.