Editorial

Legislatura abierta

La derrota del bipartito socialistas-nacionalistas en Galicia, que ayer desembocó en la renuncia de Anxo Quintana y de toda la ejecutiva del BNG, y la probable salida del PNV de Ajuria Enea ha provocado ya una doble consecuencia que encierra una paradoja. Por una parte, el regreso a la oposición del Bloque y la posibilidad cierta de que los peneuvistas pierdan el Gobierno vasco subrayan el debilitamiento de las opciones del nacionalismo para retener la llave de la gobernabilidad en las comunidades en las que goza de mayor arraigo, y desde las que ha visto reforzada su influencia en la conformación de mayorías en las Cortes. Pero por otra, ese desgaste ha introducido un factor de incertidumbre en la capacidad de maniobra del Gobierno de Rodríguez Zapatero, que se enfrenta a la previsible desafección del BNG tras el fiasco electoral y que ya ha asistido esta misma semana en el Congreso a la determinación del PNV de romper la colaboración si se consuma el relevo de Ibarretxe por Patxi López. La mayor precariedad que amenaza al Gobierno no sólo ha dejado en evidencia el riesgo que entrañaba para sus intereses y para la estabilidad institucional su renuncia a procurarse socios permanentes desde el arranque de la legislatura. También que el éxito de los pactos puntuales dependía del aislamiento del PP con respecto al resto de fuerzas de la oposición.

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Es cuestionable que el Gobierno esté en condiciones de mantener esa estrategia de geometría variable sin, al menos, considerar que la misma debe integrar a los populares; y que pueda hacerlo, además, sin promover por más tiempo un acercamiento que permita visibilizar una imagen de unidad ante la ciudadanía frente a las consecuencias de la recesión económica. Pero si el veredicto de las urnas y el nuevo escenario político que dibujan han contribuido a remarcar los problemas de los socialistas para paliar una insuficiente mayoría que podría condenarle a la soledad, también han demostrado lo anómala que resultaba la brecha abierta entre el PP y el resto de formaciones en las Cortes. La coincidencia en los últimos días en votaciones con los nacionalistas que han acentuado las dificultades del Gobierno consigna la apertura de nuevas expectativas para los pactos parlamentarios. Pero la posibilidad de articular mayorías alternativas al Ejecutivo en asuntos concretos tampoco debería llevar a los populares a extremar su oposición especialmente cuando ésta se vincule a la gestión de la crisis.