EXPERIENCIA. Antonio es el agente que más tiempo ha permanecido en el grupo especial contra el tráfico de drogas. / CRISTÓBAL
Jerez

«La lucha contra la droga es un trabajo que engancha»

Antonio Moreno ha pertenecido durante 17 años al Grupo de Estupefacientes de la Comisaría, y relata cómo la Policía batalla a diario por erradicar esta lacra

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Antonio Moreno Jiménez es un policía de raza donde los haya. Dedicado más de media vida a erradicar la lacra de la droga en Jerez, aunque sólo tiene 56 años se confiesa ya viejo y cansado para esos trotes. Durante 17 años ha formado parte del Grupo de Estupefacientes de la Comisaría, (batiendo el récord de permanencia en el mismo) y ahora afronta su prematura jubilación con resignación, pues confiesa que echará mucho de menos algo que lleva en la sangre.

«Son todos ya chavales jóvenes y yo he sido como el padre del grupo, todos querían venir y aprender con el viejo. Pero eso conlleva una responsabilidad y también quema mucho. Además, ya estoy muy visto para los traficantes, aunque tengo que reconocer que este es un trabajo que engancha». De hecho, Moreno no ha contemplado la posibilidad de permanecer en el Cuerpo en otro puesto, argumentando que «como esto me ha encantado, ya no me veía en otro sitio».

De su profesión sabe todo lo que pueda saberse, y asegura que al final los camellos son siempre los mismos, ya que se trata casi de un negocio familiar que se hereda de padres a hijos. Su dilatada carrera le ha permitido adentrarse en las cloacas jerezanas y codearse con todo tipo de gente, participando de experiencias diversas. «He visto muchas cosas de esta lacra que mata, muchos que se enganchan y empiezan a fumar, y luego la época de la heroína. He conocido a muchas personas que ya están muertas, y ése ha sido el motivo por el que siempre he luchado por esto».

Aunque sus ojos muestran un agotamiento propio de la batalla continua, insiste una y otra vez en que si volviera a nacer escogería una profesión que tanto significado ha tenido en su vida. «No podría trabajar en otra cosa, pero pertenecer a este grupo no se paga con nada, porque sales de casa y no sabes cuándo vas a volver, son muchas horas de vigilancia y también mucho riesgo».

La labor de los agentes, no obstante, no sólo se limita a interceptar las mercancías y detener a los traficantes, sino también a contactar con las familias implicadas e incluso llegar a intimar, como confiesa este profesional, con el fin de persuadirles y a su vez ayudar a los adictos con medicinas o cualquier otra cosa que puedan necesitar.

Anécdotas tiene hasta aburrir, pero destaca una reciente en la que temió por su vida, cuando el grupo intervino nueve kilos de cocaína a un clan colombiano. En el momento de darles el alto, un vehículo se precipitó contra su compañero y tuvieron que efectuar varios disparos, hasta que el coche se empotró contra otro. «Pasamos muchas situaciones difíciles», reconoce el agente, explicando que los registros domiciliarios deben realizarse con una rapidez absoluta, porque los delincuentes suelen tener preparado un cubo de agua en el que arrojan la droga en cuanto descubren el más mínimo indicio de presencia policial. «Tenemos que jugar siempre con el factor sorpresa», puntualiza. En este sentido también es fundamental el papel de los confidentes, unos contactos que los funcionarios se trabajan concienzudamente durante años, con el fin de ganarse una confianza difícil de conseguir.

Durante los 17 años que ha permanecido en el grupo, el policía destaca la labor llevada a cabo por uno de sus jefes, Antonio Sánchez Hernández, con el que asegura haber aprendido casi todo lo que sabe hoy en día; no en vano lo califica como uno de los que «más ha combatido la droga en Jerez». En la actualidad, asegura que la actividad del grupo está resultando eficaz e incesante, pero que aún siguen existiendo importantes puntos de venta, localizados en las barriadas de San Benito, Cerrofruto y Federico Mayo, con la mítica calle Zeta.

Cambios en el consumo

En lo que respecta a las sustancias, destaca el paso de la heroína a la cocaína y el rebujito, que es una mezcla de ambas, así como éxtasis y otras pastillas similares. Un cambio al que los profesionales se han ido acostumbrando, pues va de la mano de nuevas modas en el consumo y diferentes perfiles de drogodependientes. «La edad ha bajado bastante, ahora hay muchas personas con alto poder adquisitivo y mucha juventud cuando vigilamos los puntos calientes».

Como recomendación especial a la ciudadanía, el experto insiste en la importancia de que los padres vigilen las actividades de sus hijos y de que todo el que tenga conocimiento de la existencia de algún punto de venta lo denuncie de inmediato en Comisaría. «Los jóvenes de ahora manejan más dinero y cuando salen tienen que comprar de todo. Ha habido un salto abismal a una droga mucho más peligrosa, pero no hay que olvidar que la mayoría de las veces el porro supone el primer escalón». La Policía, por su parte, hace todo lo que puede teniendo en cuenta que la escasez de recursos es patente. «Tenemos medios, pero los traficantes van siempre por delante, con vehículos de alta gama y grandes cilindradas», se lamenta Moreno.

A pesar de que abandonar su trabajo será duro, confía en que las nuevas generaciones perpetúen su legado y los agentes se involucren tanto como él en la batalla sin cuartel que supone la erradicación de la droga.

admontalvo@lavozdigital.es