REFERENCIA. Toedtli controla de pecho. / FRANCIS JIMÉNEZ
Cádiz C.F.

Carranza devuelve la sonrisa

Fleurquin y Ormazábal, autores de los goles de un líder que despeja las dudas de Melilla La paciencia del Cádiz basta para conseguir una victoria trabajada ante un Linares inferior

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Bastaron comprobar las primeras jugadas del partido para percatarse de que las críticas tras la derrota en Melilla habían hecho mella en el vestuario amarillo. Tocados en su orgullo, los cadistas salieron mordiendo desde el primer minuto y llegando a cada balón como si fuera el último de la temporada. Se conoce que Javi Gracia no ha perdonado a su equipo y no se ha cansado de repetir durante la semana y recordar a sus jugadores que no quiere encajar más goles en los primeros minutos achacables a la falta de concentración. Y dicho y hecho. Porque el Cádiz salió ayer pegando bocados desde el inicio. Toedti y López fueron al unísono al suelo para rebañar un balón dividido. Acto seguido, Enrique se deslizaba por la hierba para robar un balón a un contrario. Con estos guerreros, era normal que la posesión del balón no fuera para otro equipo que para un Cádiz enchufado y que, aunque a trancas y barrancas, jugaba por momentos un buen fútbol.

Pero si alguien tuvo la culpa ayer de que el Cádiz enlazara varios minutos de buen juego ese fue Enrique, que no se cansó de abrir el campo por su banda derecha. Sin ser una avalancha, el Cádiz se armó de paciencia y acumulaba jugadas de peligro muy poquito a poco. Entre Enrique y Cristian se valieron para llevar balones a la cabeza, primero, de Ormazábal y a los pies, segundo, de Caballero, aunque ambos terminaron rematando alto.

Entre diablura y diablura de Enrique, Caballero envió en profundidad a López, que entró en fuera de juego dudoso en una jugada que acabó en gol anulado de Enrique. El árbitro extremeño invalidaba un gol que no fue muy protestado por un equipo que se veía superior si bien no terminó nunca de apabullar a un rival que salió consciente de su inferioridad. De hecho, el meta gaditano Dani -que ayer debutaba en Ca-rranza- tan sólo aparecía en el partido para convertirse en el primer atacante del equipo pues de sus botas nacían todas las jugadas que comenzaban a ver la luz desde la portería cadista.

El partido avanzaba con el Linares ordenado en defensa y con un Cádiz que confiaba en la pausa de su juego y en la explosividad de un Enrique que a medida que pasaban los minutos se iba gustando más. Precisamente, y tras un saque de esquina en la que la defensa jienense despejó fuera del área llegó el balón a Ormázabal para que el argentino, sin apenas mirar, abriera hacia la banda de Enrique quien sacó de su chistera un centro preciso y medido a Fleurquin que el uruguayo no desaprovechó. El Cádiz conseguía, con este gol, una ventaja que le permitía llegar a las puertas del descanso por delante en el marcador y sin necesidad de cambiar de estilo en un segundo tiempo que terminaría con un guión prácticamente idéntico al primero.

Sin embargo, no fue todo tan fácil porque, -quizás por el desgaste de la primera mitad- el Cádiz pasó una primera media hora de reanudación pendiendo de un hilo. Sin hacer mucho para ello, el Linares pasó a tener la alternativa ante un Cádiz que flojeaba por momentos. El equipo amarillo comenzaba a mostrar su peor versión e incluso, y después de que Fran Moreno desperdiciara una ocasión, se pudo escuchar en la grada algún que otro pito que no tardó en verse en minoría por una entusiasta y animosa afición.

Dos caras

Dentro del hastío en el que cayó el juego local, el Linares seguía cercando el arco defendido por Dani pero nuevamente, esta vez Fede de cabeza, sus remates no encontraban portería.

Corría el minuto 28 de la segunda mitad cuando el Linares, por mediación de Pedro Díaz, emplearía su última bala. Pero la defensa cadista resolvió con oficio enviando a córner un lío que se formó en el área.

Lejos de impacientarse, esta vez sí, la afición estuvo imperial. Dio calor a los suyos cuando más necesitados estaban y éstos le pagaron despertando a base de buen juego y un poco de esa rabia que atesoran todos los equipos llamados a conseguir los objetivos marcados. Y de nuevo fue Enrique el encargado de pedir la cuerda para tirar del carro. Porque cada aparición del extremeño llevaba consigo grandes cargas de peligro para el Linares. En esta ocasión, utilizó las últimas gotas de la gasolina que tenía guardada para realizar una brillante internada que terminó en saque de esquina tras repeler su centro la defensa visitante. Pero el abanico de argumentos que desplegó ayer el ocho amarillo no se cansaba de presentar soluciones. Esta vez, a balón parado. Fue Ormazábal el destinatario de un centro ensayado que acabó en la red tras un potente cabezazo del argentino que despejaba las dudas originadas en Cuenca y que se hicieron más patentes aún en Melilla. Pudo haber caído el tercero si no llega a ser porque Rosu, otra vez a pase de Enrique, no disparase alto una opción de gol.

Tres nuevos puntos que relajan a los más alarmistas y que devuelve la confianza a una afición que vuelve a sonreír junto a un líder que pretende olvidar los tropiezos como visitante.